Tan lejos y tan cerca. Los 1.992 kilómetros que los separan parecen achicarse cuando María Elena se acerca a la pantalla del televisor para ver a su hermano, Jorge Bergoglio, desde hace no mucho tiempo, conocido mundialmente como el papa Francisco.
Desde su casa de Ituzaingó, María Elena combate el frío con unos mates que uno de sus hijos, Jorge, le ceba. A ambos se los ve atónitos, no pueden quitar su mirada de la pantalla. Así quería verlo ella: sentada, tranquila y por televisión.
“Lo puedo disfrutar más, no estoy bien de salud y era imposible que pudiera viajar – cuenta a PERFIL la hermana del Papa, quien sabe de memoria la agenda de su hermano–. Además, él está muy ocupado, tiene una agenda repleta de cosas e iba a ser imposible ni siquiera acercarme. Lo mismo mis hijos, ellos no podían dejar sus trabajos”.
El martes pasado fue el día en que él no tuvo actividades. ¿Pudo ser ese un día para estar junto a él si hubiese viajado? María Elena frunce el seño. “Hizo de todo, tuvo reuniones privadas, éste no puede quedarse ni un segundo quieto”, desliza cómplice desde el living de su casa.
En este rincón de Ituzaingó, desde que su hermano fue presentado al mundo como Francisco, ella recibe todo el tiempo los saludos y bendiciones de vecinos que se acercan. “Esta semana me volvieron loca”, comenta sin dejar de lado la amabilidad y la simpleza.
María Elena sigue viendo a su hermano, quien se encuentra en la favela de Varghina, a través de la pantalla. Allá es una mañana lluviosa y fría. En medio de fuertes medidas de seguridad, con helicópteros sobrevolando, el Papa visitó el jueves el complejo de favelas de Manguinhos, en la zona norte de Río de Janeiro.
Las crónicas del día posterior dirán que el Papa pidió, entre otras cosas, que los poderes públicos trabajen por un mundo más justo y solidario. Pero a María Elena lo que más le llama la atención es la sonrisa de su hermano mientras le habla al mundo. “Se le nota: está feliz”, dice.
Francisco es el mayor de cinco hermanos, tres varones y dos mujeres: Alberto Horacio, Oscar Adrián, Marta Regina, que ya fallecieron, y María Elena. Desde su sencillo hogar en Ituzaingó, la mujer disfrutó cada aparición del Pontífice.