Una historia real de un hombre japonés que mató y se comió a una amiga suya motivó a la realización de un documental titulado "Canibal", que cuenta la increíble vida del empresario millonario que en 1981 sólo fue condenado a dos años de prisión por el crimen y hoy, a sus 69 años, pasa sus días en Tokio junto a su hermano.
Issei Sagawa estaba obsesionado desde chico con las mujeres pero lo que ninguna pudo imaginar es que el hombre terminaría asesinando, abusando, comiendo y descuartizando a una joven de 25 años que le daba clases de alemán.
Issei Sagawa estaba obsesionado desde chico con las mujeres.
A pesar del atroz crimen en París, la Justicia sólo le dio una condena de dos años de prisión y luego fue extraditado a Japón, donde por una supuesta falta de pruebas, fue absuelto. Y fue recibido como una estrella y uno de los primeros casos registrados de canibalismo que derivaría en historias, reportajes, y hasta un documental que se acaba de estrenar.
Al hombre, de personalidad obsesiva, le cautivaban los libros protagonizados por personajes caníbales. Por ejemplo, los aztecas. Según el culto imperial, los vencedores se comían el corazón de sus enemigos para apropiarse de su fuerza y valor. Aquellas historias lograron fascinar a Sagawa hasta el punto de tener sus primeras fantasías sexuales, según consignó La Vanguardia.
Una de las primeras veces que Issei fue consciente de su deseo, ocurrió de la siguiente manera: “Cuando me encontré a esta mujer en la calle, me pregunté si podría comerla”. Se refería a una profesora alemana con la que se relacionaba en la Universidad de Wako.
“Cuando me encontré a esta mujer en la calle, me pregunté si podría comerla”, contó.
Desde ese momento, sus siniestras fantasías comenzaron a ser realidad con prostitutas. “Le metía la hoja de un cuchillo en la garganta y fingía que iba a matarla. Después, dejaba que ella hiciera lo mismo conmigo. Pero aquella mujer no me interesaba. Simplemente jugaba con ella a un macabro juego. Fue un primer paso hacia lo inevitable”, explicó durante el juicio.
La estudiante holandesa de 25 años hablaba a la perfección tres idiomas y aunque Sagawa dijo admirarla por eso, se había fijado en ella por su belleza. Era el prototipo de mujer con la que siempre había soñado y la única forma de pasar tiempo a solas era contratándola como profesora particular de alemán. El dinero nunca fue un problema para este joven de familia millonaria. El nipón y la holandesa congeniaron enseguida. Tenían muchas cosas en común: el arte, la literatura, la poesía. De hecho, Issei intentó conquistarla. La invitaba a conciertos, exposiciones, conferencias, le escribía cartas de amor… Pero Renée no le correspondía. La estudiante le veía como un amigo que, desde la inocencia, la admiraba.
“Los hechos sucedieron poco a poco, por grados. Una de las primeras veces que Renée vino al apartamento, yo me hice con un revólver y traté de golpearla por la espalda. Ella no se daba cuenta de nada. Estaba ya a unos milímetros de su cuerpo, presto a descargarle un culatazo mortal, cuando de repente se dio la vuelta y me sonrió. No tuve el coraje de seguir hacia adelante con mi propósito”, relató el homicida.
La tarde del 11 de junio de 1981, Renée subió a casa de Issei para ayudarlo con unas traducciones: “Primero intenté besarla, como ya había hecho otras veces. Renée empezó a retroceder. Le hablé de mi adoración por ella y del amor que sentía en mí como un huracán, y ella siguió resistiéndose”.
Entonces, Issei simuló buscar una botella de vino en la cocina para relajar la situación y continuar con otras traducciones, pero apareció con un rifle calibre 22. Tenía escondido uno en el armario. “Saqué mi carabina del armario para asustarla. Por causalidad mi arma se disparó y ella cayó fulminada”, aseguró. No obstante, Sagawa había disparado certeramente al cuello de Renée. La joven se desplomó por el impacto convirtiéndose en objeto de fascinación para su asesino.
“La tentación fue para mí demasiado fuerte. No supe resistir”, declaró. “La desnudé y abusé de su cuerpo. Después comencé a cortarla a trozos. En aquel momento pensaba que ésa era la mejor manera de esconder su cadáver y de sacarlo de mi casa. Mientras cortaba aquel cuerpo con un cuchillo eléctrico, yo no era Issei, era un médico. No era un médico, era un diablo. Era Mefistófeles en persona. Cortaba y fotografiaba”, continuó.
“Como un autómata, empecé a probar con los labios algunos pequeños trozos que ya había separado del resto. Este impulso era más fuerte que yo. Una vez terminé el descuartizamiento, cogí unas partes y las metí en la heladera, y otras las llevé a la cocina y me las freí, aderezándolas con sal y pimienta. Descubrí que tenía un sabor agradable, dulce y delicado, un sabor similar al del atún”, relató. Para este asesino “la carne se deshacía en mi boca, como el sushi. Nunca pude pensar que esto fuera tan exquisito”.
El asesinato y posterior profanación del cuerpo de Renée tenía una insólita justificación. “Mi gesto fue un acto de amor”, llegó a declarar ante el tribunal. “De aquella manera conseguí tener a Renée dentro de mí para siempre”.
Tras varios días alimentándose del cadáver de su amiga, Sagawa decidió deshacerse del cuerpo. Para ello utilizó dos valijas grandes, llamó a un taxi y le indicó una zona en los suburbios de París. El lugar elegido: el Bosque de Bolonia. Al fin y al cabo, se trataba de un bosque frondoso, con un amplio lago, y donde los ciudadanos podían pasar inadvertidos en plena noche. Allí arrojó el tétrico equipaje.
Sin embargo, unos transeúntes encontraron las valijas debido a la poca profundidad de las aguas. Cuando llamaron a la Policía, alertaron que de ellas sobresalía una mano y un pie. La identificación fue complicadísima y la noticia llegó a los medios. Gracias a esto, el taxista que llevó Issei aquella noche fue a la comisaría para contar lo extraño de la situación. Gracias a su testimonio y a la descripción del sospechoso, el asesino fue detenido y puesto a disposición judicial.
Una vez delante del juez, Sagawa confesó con perturbadora tranquilidad el crimen. No sólo no dio muestras de arrepentimiento, sino que aseguró haber disfrutado alimentándose de Renée. Incluso, instó a que mirasen en su heladera.
“Desde hacía tiempo tenía ganas de comérmela. Muy frecuentemente tuve ganas de comer carne humana, y esto desde hace ya mucho tiempo. En varias ocasiones, cuando hacía el amor, me daban ganas de comerme a la mujer que estaba conmigo”, describió ante el juez.
“Me atormentaba desde hacía tiempo la idea de hincar los dientes en la suave carne blanca y perfumada de mi amiga. Y me preguntaba: ¿por qué está prohibido comer carne humana? Esta era una obsesión que me atenazaba desde hacía muchos años”, puntualizó.
J.D. / C.P.