—¿Qué dice Stiuso de todo esto?
—Se está cagando de risa.
El diálogo entre PERFIL y uno de los hombres más cercanos al espía más famoso de la Argentina parece novelado, pero fue real. Tuvo lugar el martes, cuando el escándalo de los cuadernos ya se había llevado detenidos a ex funcionarios y empresarios, y el auditor Javier Fernández declaraba en una indagatoria, en las oficinas de Claudio Bonadio, como sospechoso de haber conseguido fallos favorables para el gobierno kirchnerista, bolsos mediante.
Pero el miércoles apareció el ex juez Norberto Oyarbide, con su bastón de calavera y una sonrisa exultante para enfrentar a los cronistas que lo esperaban en la puerta de su casa antes de volver a tribunales. Lo que siguió todo el mundo lo conoce: al salir del despacho, Oyarbide reveló cómo le “apretaban el cogote” para “sacar” la causa de los Kirchner, aquella escandalosa resolución en la que sobreseyó en tiempo exprés al matrimonio presidencial pese al incremento de sus bienes un 158% solo en 2008. Le alcanzaron las explicaciones de Víctor Manzanares, el contador de los K hoy preso.
En la causa, sin embargo, Oyarbide había dado dos nombres de quiénes, dijo, lo presionaron: Fernández y Stiuso. “¿Le tiene más miedo a Bonadio que a Stiuso?”, ironizaban en los pasillos de tribunales.
El jueves, el ex juez lloró por radio diciendo que lo querían matar. Afirmó que quería ver a Bonadio para ampliar su declaración porque “quería decir algunas cosas”, pero antes iba a “la Recova a tomar una sopa”. En vez de a Bonadio, buscó al fiscal Carlos Stornelli, en un intento fallido de ser arrepentido, y declaró que, en realidad, Stiuso y Fernández sólo le pidieron “celeridad” y siempre falló “conforme a derecho”.
En el entorno de Javier Fernández estaban sorprendidos. “Por ahí le hace mal la tintura que usa para el pelo”, dijeron ante la consulta de PERFIL. Por todo este show, se abrió una causa aparte y la suerte quiso que le tocara al juez Luis Rodríguez, el único de los magistrados que reconoce una abierta amistad con Javier Fernández, al punto de ser “compadres”.
La figurita difícil la tiene ahora el fiscal Carlos Rívolo cuando le manden la denuncia y deba desentrañar a cuál de las declaraciones de Oyarbide debe creerles: si la de una indagatoria –donde está habilitado para mentir–, la de la radio o la que dio ante Stornelli. Ya hay, sin embargo, planteos para reabrir la causa de los Kirchner y otras por considerar que esos cierres fueron “fraudulentos”.