POLITICA
DIARIO PERFIL

Las terapias antiestrés de ministros y legisladores porteños

Algunos políticos porteños sacan fotos, coleccionan estampillas, o practican artes marciales. Otros toman sus decisiones entre dardos, guitarras, pinceles y ping pong. Fotogalería.

Diego Kravetz practica taekwondo desde hace cinco años.
| Cedoc

Hasta el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, decidió hace poco transitar el camino hacia el interior personal y comenzó a incursionar en el yoga y el budismo. Fue para liberar tensiones y olvidarse, aunque sea por un rato, de los vaivenes de la gestión.

Su caso –tardío en comparación con otros funcionarios– no es más que el reflejo de una práctica habitual que se repite puertas adentro de los espacios de poder: el uso recurrente de prácticas antiestrés para facilitar la toma de mejores decisiones, según confirman los consultados.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Cuando llegaron a sus cargos, algunos sólo profundizaron viejos hobbies, pero otros adoptaron nuevas formas para amigarse con largas jornadas de trabajo, que en algunos casos empiezan cuando amanece y terminan casi a medianoche.

Jorge Lemus, ministro de Salud porteño, es un buen ejemplo. Desde los 8 años de edad tiene pasión por la música, y hoy la usa como calmante: “No hay problema de gestión que no se solucione tocando el piano”, confía. Todos los fines de semana interpreta durante horas melodías de Chopin o Mendelssohn en su casa en un country. En los días laborables, se entretiende buscando ejemplares para abultar su colección de estampillas de 1800 y cada dos semanas saca el pincel del armario, se calza el mameluco y olvida la presión de administrar los 22 hospitales porteños retratando –al óleo o con acuarelas– paisajes de Venecia.

En el noveno piso del Ministerio de Educación, al principio no lograban descifrar de dónde salían los acordes de Is there anybody out there, de Pink Floyd. Hasta que descubrieron que era el tema preferido del propio ministro Esteban Bullrich, que varias veces por día desenvaina su guitarra criolla para no recordar los nervios que le causan las eternas peleas con los gremios docentes o los problemas de infraestructura en las escuelas.

“Toco tanto tiempo como problemas tenga, pero el promedio es de unos 15 minutos por día”, reconoce, y cuenta que también se ocupa del folclore con Lunita tucumana. Colgado en su despacho, llama la atención un juego de dardos que usa de vez en cuando con sus asesores y antes de algunas reuniones. “Te aclara la cabeza, es una forma de desconectarte para entrar más limpio a una reunión”, analiza, y recuerda que aprendió a usarlos en los bares de Chicago, hace 15 años, cuando hizo un MBA (Master of Business Administration) y sus compañeros le enseñaron el 501, un particular juego donde el primero que llega a cero descontando los puntos del tablero, toma gratis en una ronda de cervezas.

Administrar las finanzas de la Ciudad no es simple, mucho menos en la última etapa del año, cuando el ministro de Hacienda debe responder a los pedidos presupuestarios de cada área y tratar de conformar a todos. Para olvidar el sabor amargo que a veces tiene la política y para amenizar su campaña política en Lanús, Néstor Grindetti se refugia en la fotografía.

Hizo varios cursos, compra revistas especializadas e incluso revela sus propias imágenes con viejas técnicas. Es que además de su nueva cámara digital réflex, todavía conserva una de las que usaban rollo de 35 mm y necesitaban técnicas químicas para el revelado. Aprovecha los viajes para retratar paisajes y uno de sus últimos descubrimientos es la edición digital. Fanático de la última tecnología, pidió a un amigo que le instale el Photoshop en su iPad –el conocido programa en la tableta de Apple– y se divierte retocando fotos en su despacho.

Hasta hace unas semanas Diego Santilli, ministro de Espacio Público, combatía la presión de no poder encontrar una solución definitiva para las inconsistencias del servicio de recolección de residuos con partidas de ping pong en una minimesa que descansaba en su propio despacho. Jugaba con asesores y competía con otros funcionarios con los que se reunía. Después de regalarla, hoy sólo mata al estrés con pequeñas partidas de fútbol diarias con Tonio, su hijo de casi dos años, que aprende a hablar relatando los goles que le hace a su padre.

Lea la nota completa en la edición impresa del diario PERFIL.