
26-12-2006 16:18
Con buena voluntad, puede encontrarse cierto parecido entre
Cristina Fernández y Paola Krum. En un casting, darían como tía y sobrina. Mezclando realidad y
ficción, también las une el
ser las mujeres de dos vengadores.
Precisamente esta operación, la de cruzar hechos y fantasías,
es la que volvió fanáticos de la serie
Montecristo
a hombres y mujeres clave del kirchnerismo. Muchos tienen
reservado un lugar en sus agendas para no perderse ninguno de los capítulos del thriller
romántico-testimonial que tantas alegrías le da a Telefe. Incluso los protagonistas de la tira
fueron invitados a palacio para deleitar a Néstor, Cristina y Alberto. Y este miércoles se espera
la presencia –no confirmada- de altos funcionarios K en el evento de cierre de la novela, en
el Luna Park.
El cholulismo oficial por Echarri, Krum y compañía empuja la
pregunta por los valores de
Montecristo
: es evidente la función didáctica de la tira (al mejor
estilo de las telenovelas educativas brasileñas), que les acercó a muchos jóvenes nociones
elementales de la historia de la violencia política y los desaparecidos en la Argentina. Pero
hay cierto riesgo de que tanta fascinación por las celebridades haciendo de héroes y heroínas
políticas termine por volver
cool
la cuestión de los desaparecidos, endulzando con glamour y
efectos especiales una historia que, para permanecer verdadera, quizá no debería resignar los tonos
grises ni los sabores amargos. Sin ánimo de ofender, creo que
Montecristo
se volvió la ficción oficial de una historia que, desde la
ideología opuesta, contó la cinematografía de la dictadura, esa que mostraba al galante Palito
Ortega con uniforme policial o castrense.
Laura (el personaje de Paola Krum) es una linda morochita
argentina que vivió engañada durante una década al lado de un hombre que no amaba hasta que,
gracias a la terapia, descubrió su verdadera identidad y recuperó su memoria de hija de
desaparecidos (también fue secuestrada en la novela, poco después de que, en el país real,
desapareciera el testigo Jorge Julio López).
¿Cristina será, en este juego de espejos deformantes, una
vistosa ex morochita patagónica que, luego de ser raptada para el plan primermundista de un
caudillo sirio-libanés, ahora descubre, hurgando en su álbum familiar, que tiene otra historia
personal para contar, donde la agenda política setentista se mezcla con la leyenda de la
“juventud maravillosa”, y la retórica de los derechos humanos esconde el código de la
revancha, y las propiedades del botox embellecen el apetito de poder y propiedades inmobiliarias de
una candidata de fantasía?
Esta historia continuará.
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