Si bien existen diferencias notables entre los escenarios políticos respectivos, un análisis comparativo arroja tres significativas asociaciones:
a) Aunque duramente cuestionado por parte de la prensa y diversos grupos de poder, Lula da Silva finaliza su primer mandato como el dirigente con mayor simpatía popular del Brasil. Néstor Kirchner parece llegar al 2007 en similares condiciones.
b) El principal contrincante, Geraldo Alckim, se incorpora al proceso comicial con más prestigio que carisma. Su perfil técnico y su estilo moderado lo muestran confiable pero no logran apasionar a las multitudes. Roberto Lavagna se afirma como la versión rioplatense del ex gobernador paulista.
c) Hasta horas antes de la votación, los encuestadores oficiales le auguran a Lula un triunfo holgado, sin mayores contratiempos, en primera ronda. En Balcarce 50 se apilan los informes con mediciones optimistas que aseguran un escrutinio tan auspicioso como inapelable.
¿Qué sucedió entonces? ¿Por qué Lula no pudo festejar con euforia tal como se lo pronosticara el oráculo de sus consultores? ¿Por qué al abrir las urnas sólo siete puntos lo separaron del candidato socialdemócrata?
En términos técnicos, los encargados de tomarle el pulso al electorado no erraron tanto al estimar la intención de voto de Lula, pero sí fracasaron a la hora de medir las voluntades en favor de Alckim. Sucede que los estudios cuantitativos de la opinión pública tienen que ser tomados siempre con prudencia. En especial, cuando un clima de “carpetazos” -denuncias y contradenuncias de corrupción con alto impacto mediático- amenaza con provocar oscilaciones bruscas en el humor colectivo, terreno éste caracterizado por su insondable volatilidad.
He aquí la primera lección que para los futuros contendientes argentinos deja el caso brasileño. La reciente elección en el país vecino señala que no es aconsejable sobreestimar la contundencia de las encuestas. En rigor, los números y las estadísticas no son capaces de identificar todos los factores que están en juego en una batalla política. Existen estados de ánimo cambiantes, conductas silenciosas de castigo y decisiones culposas que suelen no ser registrados en las planillas de los entrevistadores.
Las consecuencias de no haber previsto estos aspectos cualitativos de la conducta ciudadana abren con sorpresa el capítulo de una segunda vuelta en Brasil. Asimismo, obligan al oficialista Partido de los Trabajadores a realizar ahora una purga dirigencial que debió haber encarado antes. Lula, por su parte, ha salido corriendo a ofrecer su participación estelar a los mismos canales de televisión a los que les había rechazado el convite para un debate audiovisual. Un apuro incómodo que desnuda la inadecuada ponderación que su gobierno le dio a la probabilidad del ballottage.
El alto e indisimulable costo que debe afrontar hoy el popular líder brasileño representa así otra oportuna lección para sus colegas argentinos. En efecto, puede que la frondosa frontera misionera divida a ambos países en lo geográfico pero, en lo político, los muestra más cerca que lejos.
Por ello, Néstor Kirchner y su equipo bien podrían tomar el “caso Lula” como un ejercicio de inteligencia preelectoral que les permita evitar potenciales errores equivalentes. En definitiva, existen de cara a 2007 algunas características comunes a ambos escenarios políticos que, sin homologar las particularidades de cada nación, justifican la advertencia. A saber:
· Afianzada encuestomanía entre los candidatos
· Anticipado clima triunfalista del oficialismo
· Creciente polarización de las posiciones
· Vigente régimen de ballottage
· Recíprocas acusaciones y campañas sucias
· Posible “voto útil” de la oposición
No obstante, los analistas escépticos y los fanáticos partidistas pueden pensar que los argentinos no tienen nada que aprender de los brasileños. O que las lecciones do samba no sirven para los que bailan tango. Lo que resulta indiscutible es que, sea cual fuera el baile, lo esencial para los participantes es tener los pies en la tierra.