El presidente Mauricio Macri piensa que Marcelo Tinelli lo “satiriza de mala manera ante tres millones de personas”, pero exagera la influencia del conductor televisivo y, en general, de la sátira política.
La mejor prueba es un reproche que los militantes oficialistas le hacen a Tinelli: que el peronista kirchnerista Daniel Scioli cerró su campaña en el estudio de Tinelli en la campaña presidencial del año pasado.
Pasan por alto cuál fue la eficacia de ese gesto: ninguna. Scioli perdió esos comicios; Macri, que no era el favorito, lo derrotó.
Es cierto que Tinelli no es un simple conductor televisivo; le gusta el poder y tiene intereses diversificados. Por ejemplo, quiso ser presidente de la Asociación del Fútbol Argentino y Macri se lo impidió. Está molesto con el Presidente.
Ni siquiera lo dejó gerenciar la Superliga. No le tiene confianza. Es probable, entonces, que la imitación de Macri sea una forma de expresar ese enojo. Pero, concederle una audiencia de una hora en la residencia presidencial de Olivos es una manera de reconocerle una influencia política que no tiene. Además, muestra una creencia excesiva en la capacidad del marketing y de la comunicación.
La sátira política toma elementos reales de un personaje y los exagera; es una caricatura. Por ejemplo, la dicción tan particular de Macri.Pero, los votantes ya se han dado cuenta de cómo habla el Presidente; no necesitan que el humorista Freddy Villarreal se lo remarque para enterarse de eso.
Si el personaje de Villarreal disimulara esa característica tan marcada, sería una criatura falsa. Además, no tendría ninguna influencia: la gente seguiría pensando que el Presidente habla distinto.
En fin, con la sátira lo mejor es reírse. Eso despeja la mente para ocuparse de las cosas importantes, como por qué la economía todavía no despega.
(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna, su último libro es “Doce Noches: el fracaso de la Alianza, el golpe peronista y el origen del kirchnerismo".