“Hay cierta similitud entre Macri y Trump”, concede el embajador argentino en Washington, Fernando Oris de Roa, en un mano a mano con PERFIL. Y pronto aclara: “Ambos son altamente ejecutivos y no solo quieren decidir políticas sino seguir de cerca su ejecución. La administración tiene que seguir su ritmo en lugar de que sea al revés.”
Desde que desembarcó por Martín Lousteau, Oris de Roa lidió con limones, carne, biodiésel, acero, aluminio y el FMI. Aunque no caben dudas que es el embajador político más importante para el Gobierno, es el único que sigue sin aval del Senado. Esta semana, visitó la comisión de Acuerdos para responder preguntas de los legisladores y lograr su voto en la próxima sesión.
—Hay una imagen construida de Trump y la realidad. En su caso, ¿era lo que esperaba?
—De lejos, las cosas llegan con sobresimplificaciones. Luego el entramado se vuelve más complejo y uno puede distinguir el granulado en la foto, con fuerzas hacia uno y otro lado. La administración Trump es como cualquier otra en la que conviven opiniones encontradas. Hablar de “los” Estados Unidos es, de por sí, una frase simplificadora porque no hace justicia a todos los debates internos que lo atraviesan.
—En su exposición ante los senadores, remarcó el interés genuino de la Casa Blanca en que a la Argentina le vaya bien. ¿A qué responde?
—Creo que Estados Unidos, pese a estar atravesando un período de reflexión en cuanto a su actitud frente a otras naciones, entiende que no puede descuidar por más tiempo ciertas regiones claves para su crecimiento y seguridad. Estratégicamente, la Argentina tiene que tener éxito porque Estados Unidos necesita que Latinoamerica sea una región que lo mire de manera más favorable. Y qué mejor ejemplo que el nuestro que genera simpatías tanto en su gobierno como en su sociedad.
—¿Hay inquietud en Washington respecto a que pueda sobrevenir una ola “populista” si no triunfan los gobiernos como el de Cambiemos?
—Lo que sienten, entiendo, es que es mucho más peligroso y oneroso dar vuelta una situación políticamente adversa en una región como la nuestra que colaborar cuando una parte de Latinoamérica comparte con ellos una visión. En ese sentido puede resultarles un riesgo que no le vaya bien al Gobierno. Imagínese los problemas que han tenido en otras partes del mundo al intervenir para garantizar su seguridad y progreso económico, lo caro que resulta. En cambio, cuando encuentran una visión afín a la suya, les conviene más preservarla y alentar su progreso y continuidad que tener que arreglar algo que fue mal.
—¿Es Macri hoy el mejor interlocutor de Trump en el Sur?
—Creo que sí, pero que no es el único. Otros están apareciendo. Hoy la Argentina tiene como prioridad solucionar su pobreza y no puede distraerse con temas regionales. No queremos engolosinarnos con la idea de que vamos a ser el paladín de Latinoamérica porque sería desviar recursos de problemas internos avergonzantes.
—¿Y frente a situaciones como la que vive Venezuela?
— Si somos llamados a tomar posición junto a otros en temas como Venezuela, bienvenido sea, siempre que entendamos que no es la prioridad. Yo no debo ni voy a dedicarle tiempo a temas regionales hasta que no satisfaga los mandatos que me llegan para solucionar los problemas de nuestro país.
—Ud decribió al gobierno de Trump como “ultratransaccional”, ¿cómo se negocia con ellos?
—Hay que hacer un trabajo diplomático en los niveles más altos para explicar que los extremos de esa transaccionalidad no son convenientes. Si bien la política proteccionista no apunta contra nosotros, eso no impide que nos vuelva a pegar en el futuro. Allí es cuando debemos aprovechar las ventanas de diálogo que nos han traído éxitos rotundos y fracasos, porque aunque somos muy bien considerados, no siempre es fácil encontrar el momento para que nos escuchen.
La residencia oficial no se vende, se arregla
Aunque hace dos años había circulado con fuerza la versión de que la residencia oficial del embajador argentino en Washington se ponía a la venta, al final el Gobierno decidió refaccionarla para que vuelva a la actividad. Para ello, ya se ha contratado a un aquitecto que iniciará las obras de reparación integral de la casona en el 1815 Queen Street en el distrito Northwest de la capital estadounidense, y se planea que todo el proceso hasta su puesta a punto no llevará menos de dos años. El edificio permanece deshabitado desde 2010 debido a las graves falencias estructurales que se hallaron y que iban desde daños en la mampostería hasta aberturas defectuosas y la caldera rota. La estructura incluye una serie de habitaciones para huéspedes en su planta superior. Su valor aproximado en el mercado ronda los 10 millones de dólares. A diferencia de Lousteau, que alquilaba una casa, Oris de Roa y su esposa optaron por un tranquilo departamento en el que solo viven ellos, sin personal doméstico a cargo.