¿La realidad? Carlos Menem cerró su campaña por la reelección en lo de Marcelo Tinelli. Fernando de la Rúa sigue convencido de que Tinelli desestabilizó su gobierno, ridiculizándolo. Néstor Kirchner censuró a Tinelli porque se mofaba de él y de la “primera ciudadana”, y terminó mofándose de De la Rúa en lo de Tinelli, en vivo, desde la Casa Rosada. La carnavalera Evangelina Carrozzo metaforizó el conflicto con el Uruguay por las papeleras en lo de Tinelli, fraguando escenas de amor-odio con un partenaire charrúa. Tinelli va por más: ahora se propone convertir en estrella televisiva a la piquetera Nina Peloso. Siga el baile.
Todo sucede en lo de Tinelli. Y lo que no pasa en lo de Tinelli o por lo de Tinelli, acaso no haya pasado nunca ni ocurrirá jamás. Tinelli = rating. Mucho rating. Todos somos Tinelli, en definitiva, por más que la cuenta bancaria de Tinelli y el talento populachero de Tinelli sean sólo de Tinelli.
Tinellicracia: dícese del régimen vigente en un país que se deja representar chocho de la vida en esa simulación que sólo Tinelli sabe transformar en éxito cada vez que nos reconocemos americanos apenas él lanza su “¡Buenas noches, Américaaa!”.
La tinellicracia nos iguala. El poder y el reclamo. La razón y la fuerza. El drama, el show, la carne, el espíritu, el arte, el pésimo gusto. Glamour. Barro. En la tinellicracia se vota de lunes a viernes, por teléfono. Se decide ya mismo, porque lo que no va, no va. Aquí no daña ser amigo o enemigo o amante o competidor del juez. Da risa. O, a lo sumo, un leve estrés inocuo. En esta dimensión no hay motivos para ocultar que el presidente de la Corte merece, de fondo, la cortina musical de El Padrino. Y ser primera dama (¿o Paula Robles no lo es?) garantiza cierta mayoría automática en el Máximo Tribunal.
ShowMatch es la Argentina en 29 pulgadas, más o menos. Es la sobreactuación de la República con todas las exigencias del prime time. Es un genial (y rapaz, en su acepción zoológica) resumen histórico de nuestro modo de contarnos, desde el patapúfete hasta el pum para arriba. Desde el síganme hasta la pingüinera, sin olvidar el que se vayan todos.
¡Viva la tinellicracia!
¡Marcelotinellización o Granhermanodependencia!
¿Venceremos?
¿La ficción? El martes 17, un rato antes del debut de Nina Peloso en Bailando por un sueño, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados que dirige su marido, Raúl Castells, emitió un comunicado. Allí se anunció que “cientos de piqueteros” se concentrarían en el estudio de Ideas del Sur a las 21.30 “en apoyo de Nina” y “por viviendas dignas y trabajo para todos”.
Consultado al respecto, Castells reveló por radio que “hay mucha expectativa en los barrios” por el hecho de que “una mujer de origen muy humilde pueda participar de un evento que va a tener una audiencia de millones de personas”. Luego aclaró que Nina “es de una inutilidad absoluta” en materia bailable, concedió que igual disfruta mucho viéndola y avisó que si alguien intentaba darle un golpe de Estado a Kirchner, él lo defendería con su gente “en las calles, más allá de las diferencias”. ¿Venía al caso?
Nina apareció ante las cámaras escudada en una aficheta con el rostro de Carlos Fuentealba, el docente asesinado en Neuquén. Se lanzó al disco-dance con “su” soñador, Facundo Mazzei, quien participa en el programa para reabrir el centro infantil La copa de leche. Bailaron bien.
Antes de que su mujer se sometiera al veredicto del jurado, Castells, ubicado un paso adelante de la hinchada piquetera, le expresó su “solidaridad” a Graciela Alfano y a Jorge Lafauci “por los agravios recibidos” durante la emisión del lunes por parte de la patética Silvia Süller. Alfano y Lafauci casi lloraron y le otorgaron el máximo puntaje a Nina. Moria Casán reivindicó a los pobres y Gerardo Sofovich se confesó “dispuesto a dar la vida para que el señor Castells siga expresando sus ideas”, por más que ellas y sus métodos no coincidan, “a veces”, con las de él.
Castells (que quiere competir por la gobernación santafesina en septiembre y por la Presidencia de la Nación, en octubre) se mostró orgulloso: “Nina hizo picos de 37 puntos de rating”, dijo, como quien lee encuestas.
Quien sí lee encuestas (y las hace o las encarga) es el ecuatoriano Jaime Durán Barba, asesor de imagen de Mauricio Macri. Según sus estudios del mercado político local, el único que podría hacerles sombra a los Kirchner en unas presidenciales o a Daniel Scioli en las elecciones bonaerenses, sería Marcelo Tinelli. La Tinellicracia, si así fuera, parecería depender de razones más profundas que las esgrimidas por un trasnochado columnista.
Por eso, sólo faltó que Aníbal Fernández, ministro del Interior y espada mediática oficial, saliera a criticar la performance de Nina y todo el “peligroso contenido” de Bailando...
No tuvo tiempo: anda demasiado ocupado en voltear jueces de veras que investigan la corrupción K.