"Retroceder, nunca. Rendirse, jamás". El encomillado corresponde al título de una película de culto del kick boxing, que le va como anillo al dedo al modo en que los Kirchner procesan las derrotas: fugar hacia adelante, redoblar la apuesta y nunca mostrarse perdidosos, ni en figura ni en acción, aunque hayan dejado, como en esta ocasión, el ropaje hecho jirones en el campo de batalla.
Y esta estrategia tan conocida, utilizada también en oportunidades anteriores menos dramáticas, han vuelto a ponerla en práctica a la hora de no reconocer este último traspié político, aunque ahora, como nunca antes, la realidad, que ellos mismos se ocuparon de dinamitar con decenas de pasos en falso, incluido de modo muy especial y definitorio el desencajado discurso del ex presidente frente al Congreso, les haya estallado en la cara de tan mala manera como les estalló en la madrugada del jueves el "mi voto no es positivo" de Julio Cobos, un verdadero "Maracanazo" para el matrimonio presidencial.
El golpe que dejó a la carpa del Congreso sin visitas, al champán sin abrir y hasta desairado al piloto del helicóptero que ya había reservado el espacio aéreo para trasladar a Néstor Kirchner desde Olivos a los fondos de la Casa Rosada fue sencillamente brutal. El voto por el "no" de Cobos, en una materia que había dividido al país en dos, aunque no tanto por el fondo tributario de la cuestión sino porque muchas personas decidieron ser ciudadanos y no vasallos, dejó paralizado y en silencio a todo el kirchnerismo, del mismo modo como enmudeció en 1950 el estadio Maracaná, cuando el que no podía perder, perdió.
Entonces aparecieron los gritos de "traición, traición", al mejor estilo de la trágica "Macbeth". Para minimizar los daños, la primera reacción del oficialismo fue la de buscar un chivo expiatorio a quien sacrificar ("si perdimos fue por culpa de referí", dijo un legislador en Olivos) y allí apareció la figura del vicepresidente, emparentada con la de Judas, tras la cita evangélica que hizo el titular del bloque oficialista, Miguel Pichetto ("Señor presidente: Jesús dijo a los discípulos, 'lo que haya que hacer, hagámoslo rápido'") y también con la del asesinado dirigente gremial Augusto Timoteo Vandor, en las abominables pintadas de la calle.
Más allá de las consideraciones sobre la dignidad del proceder del vicepresidente, más sustentado en valores que en supuestas lealtades, en su beneficio lo primero a consignar es algo que resulta obvio, pero que sirve para marcarle un poco más la nueva cancha al Gobierno: nunca se habría dado un empate, si muchos justicialistas no se hubieran dado vuelta, tal como había ocurrido en Diputados, junto a varios de los socios de la Concertación que fue Plural sólo en los afiches electorales, un planteo de ida y vuelta que el kirchnerismo pretendió torcer -tal cual es también su costumbre- en adhesión unilateral, lo que había dejado facturas por cobrar.
La independiente actitud de Cobos, compelido a definir por esa ruptura partidaria, se explica por lo que él mismo describió en dos oportunidades en su sentido discurso final: "hay hombres y mujeres del oficialismo que están pensando distinto", señaló. En buen romance, y éste es el segundo revés duro para el kirchnerismo, el justicialismo que hoy comanda el ex presidente se está desgajando.
Lo que desvela ahora a los analistas es saber si todas estas circunstancias que derivaron en el sosegate legislativo, caja de resonancia de buena parte del sentimiento de la opinión pública, servirá como correctivo para que la Presidenta, sobre todo, le dedique al arte de gobernar, de ahora en adelante, menos mañas ideológicas y más muñeca práctica.
La primera reacción fue el "nos vamos", que algunos atribuyen a Néstor Kirchner, tal como su difusión interesada durante el pasado jueves para promover un operativo de resucitación de la Presidenta, al estilo de un 17 de octubre o de un Día del Renunciamiento. Otras fuentes han comentado que ese día quien deseaba no continuar era la propia Cristina Fernández: "quedate tranquila, que ya la convencimos" le dijo una voz desde la Casa Rosada a una integrante de Madres de Plaza de Mayo, quien refirió el comentario para aplacar tensiones.
No obstante, esa tarde-noche la Presidenta se dirigió a Resistencia y sobreactuó con demasiadas sonrisas y mohines el trayecto televisado, por la pista del Aeroparque, entre el helicóptero y el avión presidencial. El calor chaqueño le había dado la excusa para pasar todo el día en Olivos y comenzar a salir del trance. En su destino usó apenas cinco minutos de un segundo discurso para hablar de las "defecciones" de la propia tropa, aunque sacó a relucir otro de los argumentos preferidos del kirchnerismo, sustento básico de la teoría de buscar los culpables siempre afuera de su propia órbita: son los demás quienes no nos entienden. "Esperémoslos que a lo mejor algún día se dan cuenta", sostuvo Cristina, con nada de autocrítica y con bastante subestimación de la inteligencia de muchos argentinos.
Ya el viernes, en funciones plenas, dio instrucciones de redactar un Decreto para ordenarle a su vez al ministro de Economía que "limite" el tiempo de vigencia de las retenciones móviles. El verbo "derogar" quedó prohibido para los funcionarios y la situación abrió una jornada de expectativas sobre el destino de la Resolución 125, hasta que todo se enderezó cuando todo volvió a fojas cero (al 10 de marzo), debido a que el kirchnerismo siempre suele tener el cuchillo bajo el poncho. Más de una vez -y en la suma de errores de la crisis con el campo hay que apuntar un par- se han prometido cosas que después la letra chica trastocó.
Sin embargo, el Decreto 1176 tuvo otro sentido mucho más profundo en sus fundamentos que en la mera parte resolutiva. Esos considerandos escribieron, por un lado, la historia oficial sobre lo ocurrido en el Congreso, donde el Ejecutivo ganó en Diputados y empató en el Senado (en fútbol, serían 4 puntos sobre 6) por falta de "consenso positivo" (las mismas palabras de Cobos) y la necesidad para el Ejecutivo de reasumir las facultades legislativas "pues, de otro modo, ha sido imposible" ("Retroceder, nunca") y, por otro, un verdadero manifiesto de lo que significa para el kirchnerismo el tema de las retenciones móviles, las que se prometieron restaurar ("Rendirse, jamás").
En este punto, la Presidenta defendió en la redacción del Decreto la "equidad distributiva" como "un eje" sobre el que el Gobierno "está dispuesto a insistir" y adelantó que avanzará en un sistema "de derechos variables o móviles" para proteger "a los que menos tienen", los que se discutirán "en democracia y pluralidad, pero con instituciones que estén exentas de presiones", al tiempo que reivindicó el derecho del Poder Ejecutivo para fijar derechos de exportación.
También Cristina definió la protesta del campo como "un violento lokc (sic) out" , aludió a "un marco de agresiones y presiones de todo tipo sobre los legisladores y sus familias" y consideró que deben ser "desterradas" del comportamiento social, relato que no contempla lo que vivieron de modo similar algunos dirigentes del agro y en la noche del mismo viernes el vicepresidente Cobos, cuando un grupo kirchnerista le hizo un "escrache" en la esquina de su casa, en Mendoza.
Por último, durante la noche del viernes, la Presidenta recibió a todos los diputados y senadores leales en la quinta de Olivos y les dijo que no había pasado nada, que no hubo derrota, lo que los legisladores más conspicuos repitieron como loros para salvar la ropa, en una seudo conferencia de prensa de la que huyeron presurosos.
Pese a todas estas señales, el clima general se ha trastocado a favor y se revirtió el ánimo alicaído de la sociedad, después del desgaste de cuatro meses intensos, lo que debería reflejarse en primera instancia en decisiones de consumo, que ya anticipan la Bolsa y la importante mejora del riesgo-país. La duda política que surge de ahora en más responde a saber si el kirchnerismo se quedará tranquilo con estos gestos que ha hecho para reafirmar conceptos y diluir sus responsabilidades, si los seguirá profundizando con una oxigenación de figuras o si volverá a avanzar por caminos de confrontación, cuyo correlato será el de seguir espantando inversores.
En este aspecto, hay que apuntar que otra característica de la personalidad del matrimonio gobernante tiene que ver con que no van a entregar figuras que les resultan útiles, solo para complacer a quienes piden ciertas cabezas. Mientras haya quienes fustiguen a los de Vido, a los Moreno o a los Jaime, más firmes estarán estos funcionarios en sus lugares.
No obstante, antes que saber si se va tal o cual colaborador, lo relevante será conocer si se terminarán los parches en materia energética, los megaproyectos ferroviarios, si se volverá a tener una relación fluida con el mundo o si se van a seguir manipulando los índices de inflación, aunque a algún senador oficialista se le hayan confundido los tantos, ya que lo que para él es un "ahorro" que tiene el Fisco en materia de indexación de bonos gracias a Guillermo Moreno es, en verdad, una estafa.
Por último, está en la boca de todos la salida del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández y hasta ya hay un candidato in pectore para reemplazarlo: el senador Eric Calcagno y Maillman, quien con su regreso a la Cámara Alta le permitió al oficialismo llegar a 36 votos. No obstante ser economista y numen intelectual de la Presidenta, su alocución fue una de las más flojas de todas, con un detalle que no es menor para alguien que quiera hacer carrera en la política: no sabe improvisar y leyó aplicadamente su discurso.
Del texto del mismo se desprenden algunas ideas: hizo una defensa cerrada del dólar alto con retenciones y advirtió que o bien se continúa "con el modelo de desarrollo económico con inclusión social" o bien se avanzará dramáticamente "hacia una restauración neoliberal". Poco original, bien apocalíptico y a medida del gusto presidencial.