El jueves pasado al mediodía, uno de los ministros de María Eugenia Vidal tomó su auto y emprendió más de 400 kilómetros desde el Centro porteño. Cuando llegó a Chapadmalal, en el antiguo edificio del complejo hotelero que pertenece al Estado nacional, lejos del lujo, se encontró con unos precarios bungalows. Encontró el suyo, entró y notó que había dos cuartos. Iba a tener que compartir la habitación, se dijo. No iba a una fiesta de 15 sino a una suerte de gran reunión de gabinete de dos días.
Es que Vidal reunió, desde el jueves a la noche y hasta hoy pasado el mediodía, a todo su gabinete en un retiro espiritual y de gestión.
En las reuniones de ayer se realizó una evaluación general de la gestión, se dialogó sobre los planes de los ministerios y se habló de la situación política. En concreto, el juego de fuerzas en las cámaras de Diputados y Senadores bonaerenses repasaron encuestas (donde Vidal aparece primera en imagen) y analizaron las alternativas para el año electoral que viene. Nombres de candidatos no aparecieron a viva voz.
Los ministros almorzaron milanesas con puré de papa y zapallo, y helado de postre. Austero catering auspiciado por Vidal y a cargo del secretario general, Fabián Perechodnik. Las excentricidades de otras épocas quedaron en el olvido.
Al encuentro se sumaron el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, para dialogar con “el equipo” de Vidal. Todo un gesto político: se trata de dos de los funcionarios de máxima confianza de Mauricio Macri. Antes estuvieron en la Ruta Provincial 88, en Miramar, supervisando las obras de repavimentación.
La agenda del día finalizó con una exposición del ministro de Coordinación y Gestión Pública, Roberto Gigante, con los grandes trazos de la gestión, en la que los ministros completaban los puntos específicos de su interés. Estuvo más callado el ministro de Gobierno, Federico Salvai, quien suele preguntar mucho en las reuniones de gabinete, lo que le llevó el apodo de “Santiago del Moro”.
Asado y vino. El jueves por la noche comenzó la primera actividad: un asado (cuyo fuego comenzó a prenderse tres horas antes) a cargo del secretario de Comunicación, Federico Suárez, quien aprendió a tener paciencia para mantener un buen fuego en su Laprida natal. El matambrito de cerdo fue lo más elogiado por los comensales. Sobraron achuras y lomo. A pesar de las promesas, el buen vino se hizo presente hasta la madrugada, aunque los funcionarios calificaron la cena de “moderada y relajada”. Al menos no hubo ni baile ni karaoke en videos captados por teléfonos celulares ministeriales como en el anterior retiro en Luján. Eso sí, hubo selfies y chistes.
La baja del ministro Cenzón
La ausencia más notoria fue la del ministro de Infraestructura, Edgardo Cenzón. Es que, según pudo saber PERFIL, Cenzón partirá en diciembre y Vidal aún no tiene un reemplazo. Por ello, hoy la gobernadora evalúa dividir el ministerio en dos áreas: la de Obras Públicas y la de Transporte y Servicios Públicos. Uno de los nombres que se barajan es el del entusiasta Rodrigo Silvosa, quien hoy se ocupa de las obras para mitigar las inundaciones. Pero su personalidad suele disgustar a varios funcionarios: por momentos actúa como si ya fuera hoy un ministro.
Cenzón fue ministro de Espacio Público porteño. Pero, ante todo, es un hombre de llegada directa al presidente Macri y se transformó en una pieza clave de la gestión bonaerense: la gobernadora solía llamarlo hasta los domingos para consultarle temas.