Como ya es costumbre, Mar del Plata ha sido este año la ciudad elegida por numerosos candidatos y precandidatos para iniciar sus campañas electorales y presentar sus estrategias de comunicación. Dar la primera señal proselitista durante el verano en Mar del Plata es un “clásico” de la política argentina. Todos los años, los postulantes a diversos cargos electivos aprovechan la concentración de la clase media vernácula en la costa atlántica para posicionar sus figuras.
Sucede que la rutina típica de las vacaciones incluye, además de caminatas y ejercicios por el Boulevard Marítimo, mucho tiempo libre. Y la fantasía de los candidatos es que los veraneantes –con poco que hacer- se interesarán en sus propuestas y promesas. El ambiente distendido de la Ciudad Feliz significa para muchos de ellos la ilusión de un público más receptivo y dispuesto a oírlos.
Sin embargo, muchos ciudadanos escépticos y desconfiados se preguntan qué es lo que busca la clase política cuando se exhibe sin mayores tapujos en una ciudad repleta de visitantes temporales. Si bien el contacto directo es importante, lo que en realidad lleva a los políticos a elegir Mar del Plata es el altísimo nivel de mediatización que vive la ciudad durante los meses de veraneo.
En efecto, Mar del Plata se convierte durante esos días en la principal usina de noticias del país. Y son pocos los dirigentes dispuestos a perderse semejante vidriera. Así, es habitual ver a los candidatos concurrir a partidos de fútbol, recepciones más o menos frívolas, paradores superpoblados o lugares de moda. La lógica que opera detrás de esta suerte de “exhibicionismo playero” radica en aprovechar la repercusión que en los medios tiene todo lo que pasa en la costa. En este aspecto, es notoria la asimilación que, en términos de comportamientos, hace la fauna política del mundo del espectáculo.
No obstante, las campañas de verano en la costa son en general menos efectivas que lo que sus protagonistas están dispuestos a aceptar. En verdad, lo habitual es que los que gastan mayores presupuestos son aquellos que se saben con dificultades en lo que el marketing político denomina técnicamente “reconocimiento de nombre” y “reconocimiento de rostro”. Ello es, aquellos candidatos que no gozan de un muy elevado nivel de conocimiento entre la población. Estas circunstancias son particularmente obvias en esta precampaña 2007: los más presentes en Mar del Plata son precisamente los precandidatos que necesitan aumentar con urgencia su registro entre la gente común, la menos politizada. Y es evidente que para ello están dispuestos a invertir varios millones de pesos. Pareciera que la célebre frase peronista de Evita se recicla hoy en un menos conmovedor “Volveré y pondré millones”.
*Decano de Comunicación Social de la Universidad del Salvador