La boda real entre Hussein de Jordania y Rajwa Alseif reunió a la amplia Familia Real hachemita, líderes árabes y extranjeros, así como a miembros destacados de la realeza mundial. Sin embargo, dos princesas europeas llamaron la atención e hicieron su debut como futuras soberanas de su nación. Elisabeth de Bélgica y Amalia de Países Bajos, dos herederas que fuero invitado por primera vez a un matrimonio real.
Elisabeth de Bélgica tuvo el honor de asistir tanto a la ceremonia religiosa como a la recepción posterior, mientras que Amalia de Países Bajos disfrutó de la recepción en esta ocasión.
Elisabeth de Bélgica
La princesa heredera de Bélgica hizo su entrada al Palacio Zahran en compañía de su padre, el rey Felipe, para presenciar la ceremonia religiosa. Para esta ocasión especial, eligió un elegante vestido en tono rosa fucsia diseñado por la reconocida marca belga Essentiel Antwerp.
Tras la conclusión de la ceremonia, Elisabeth de Bélgica acompañó a su padre al Palacio de Al Husseiniya, donde se llevó a cabo un exquisito banquete y una íntima recepción que contó con la presencia de varias Casas Reales europeas. Durante el evento, la joven heredera se acercó amablemente a felicitar a los recién casados, deslumbrando a todos con la deslumbrante tiara Vestey. Este preciado adorno, un regalo de los reyes belgas en su 18 cumpleaños en 2019, realzó su elegante presencia.
Más tarde, la joven acompañó a su padre al Palacio de Al Husseiniya, donde se llevó a cabo un exquisito banquete y una íntima recepción que contó con la presencia de varias Casas Reales europeas. Durante el evento, la princesa heredera se acercó amablemente a felicitar a los recién casados, deslumbrando a todos con la deslumbrante tiara Vestey. Este preciado adorno, un regalo de los reyes belgas en su 18 cumpleaños en 2019, realzó su elegante presencia.
La tiara Vestey, que Elisabeth de Bélgica lució con gracia en la boda real, tiene una fascinante historia detrás. Esta joya perteneció originalmente a la baronesa Lady Evelyn Vestey, quien la llevó con orgullo cuando hizo su presentación en la corte británica en junio de 1925. La baronesa, de ascendencia noruega y cuya madre también se llamaba Mathilde, se destacó como una exitosa empresaria americana y se convirtió en la ejecutiva mejor remunerada del mundo a finales del siglo XIX.
Fue su trabajo en el sector empresarial lo que la llevó a conocer a William Vestey, quien posteriormente se convirtió en Lord Vestey en 2022 en reconocimiento a su inmensa fortuna y a su contribución para alimentar a las tropas durante la guerra.
Esta tiara pasó de generación en generación, es un testigo silencioso de la distinguida historia de la familia Vestey.
Princesa Amalia de Holanda, la heredera de Máxima
Después de presenciar el emotivo intercambio de votos entre los recién casados, Guillermo y Máxima de Países Bajos, se trasladaron al protocolario besamanos antes de dirigirse al banquete. Durante este evento, llamó la atención la impecable vestimenta de Guillermo y Máxima, quienes lucieron nuevos trajes. Además, su hija mayor, la princesa Amalia, se unió a ellos y también impresionó con su elegancia.
La joven heredera deslumbró a todos al lucir la icónica tiara de pavo real, una preciosa joya adornada con rubíes y diamantes. Esta tiara tiene un significado especial, ya que perteneció a la reina Guillermina, dejando claro que Amalia está siguiendo los pasos de la distinguida historia de su familia real. Su belleza y porte real resaltaron aún más gracias a esta deslumbrante pieza.
La tiara en cuestión es una joya de renombre, reconocida por expertos e historiadores en todo el mundo. Su historia se remonta a 1897, cuando la joven reina Guillermina, de tan solo 17 años, ascendió al trono tras la muerte de su padre, el rey Guillermo III. Como soberana, se vio obligada a llevar las imponentes joyas de la Familia Real en las cenas oficiales, adornos que resultaban excesivamente pesados para alguien de su corta edad.
A pesar de esto, la tiara destacaba por su espectacularidad y versatilidad. El joyero real Schürmann la diseñó de tal manera que las piedras del motivo central podían convertirse en un colgante, lo cual la convirtió en una de las favoritas de la reina Guillermina. Tras su fallecimiento en 1962, la valiosa joya fue legada a la princesa Irene, esposa del duque de Parma. Durante muchos años, la tiara brilló en numerosas ocasiones en eventos y galas, hasta que la Princesa se divorció en 1981 y la joya desapareció de la vida oficial.
Sin embargo, gracias a la intervención de Máxima de Países Bajos, la tiara fue rescatada y ahora pertenece a la princesa Amalia, quien la lleva con elegancia y gracia.
JCCL