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Análisis

Alberto no puede ser moderado

Los mejores momentos del presidente tuvieron que ver efectivamente con la moderación y con el pluralismo. Pero la vertiginosa realidad no lo deja representar el papel que mejor conoce y más lo favorece. El escándalo de las vacunas VIP y ahora la condena a Lázaro Báez lo vuelven a poner en la necesidad de mostrar los dientes.

La moderación es un estilo de hacer política que suele suscitar muchas adhesiones. No a todos los políticos le sienta bien, pero otros lo representan con gran soltura. En una época signada por la grieta, la moderación es una expresión de pluralismo y, en cierta forma, también de transparencia. El moderado toma en cuenta, en principio, la opinión de los otros para actuar.

La transición entre Trump y Biden es un ejemplo clásico de cómo se puede pasar de un dirigente autoritario a un dirigente moderado. Alberto Fernández llegó a la presidencia en virtud de su moderación para captar los votos que eran reacios a Cristina Kirchner por su estilo. Los mejores momentos del presidente tuvieron que ver efectivamente con la moderación y con el pluralismo. En primer lugar, cuando encaró la pandemia acordando con Horacio Rodríguez Larreta.

Otro ejemplo fue cuando hizo esfuerzos para obtener acuerdos recientemente con la creación del Consejo Económico Social, con estas actitudes moderadas, el presidente logró una aprobación récord del 80 por ciento. Hace un año, en marzo y conserva hoy casi el 50 por ciento de imagen positiva, según los datos de Poliarquia.

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Pero la vertiginosa realidad no lo deja representar el papel que mejor conoce y más lo favorece. El escándalo de las vacunas VIP y ahora la condena a Lázaro Báez lo vuelven a poner en la necesidad de mostrar los dientes. En primer lugar, para atender a las presiones internas de la coalición. Así, la justicia y oposición son los destinatarios.

Pero podemos estimar que este forzamiento del estilo probablemente sea contraproducente para el presidente. Ese no es su juego. No es lo que él sabe y no es el lugar donde se siente más cómodo arrastrado a la pelea. Alberto Fernández tiene más para perder que para ganar. Además, en un momento en que está cayendo el hincha de confianza del gobierno, el discurso del lunes será un buen indicador para que sepamos cómo concilia la necesidad de ser agresivo con el estilo moderado.