El problema de la reforma, que la conocen a fondo la población muy informada o los especialistas, no es el contenido, es la forma. Y la forma incluye al menos tres aspectos. En primer lugar, la imposición, porque es algo que vino del poder a la sociedad y no a la inversa. El segundo es la oportunidad, porque se propone en el contexto de una crisis social y sanitaria muy grave e inédita. El tercer elemento son las intenciones, porque mucha gente presume que esta reforma está hecha para mejorar la situación judicial de la vicepresidenta, entonces, como decimos, el problema de la reforma es la manera en que se planteó.
El Gobierno parece no tomar en cuenta, además, que tiene el 48% de los votos, pero el 52% no lo votó, y perder noción del cálculo de fuerzas en política puede ser peligroso. Por otro lado, aún obteniendo los votos en el Congreso, más fácil en el Senado, pero muy complejo para el Gobierno, en la Cámara de Diputados podrá sacar la ley, pero otra vez sin el consenso y entonces va a ocurrir, como en aquella famosa frase que decía "Vencerán, pero no convencerán".
El oficialismo logró aprobar en el Senado la controvertida reforma judicial
Concebida así, la reforma es lo que puede llamarse un significante vacío, es decir, un rótulo que termina subsumiendo muchos de los reclamos de la sociedad o de una parte de ella. La situación económica y social, el hartazgo por la grieta y también la inseguridad que cada vez preocupa a más argentinos.
En este contexto, el presidente va perdiendo apoyo cuando hace cinco meses, ocho de cada diez argentinos le daba su consenso. Es una lástima, porque en este momento crítico de la Argentina necesitamos una sociedad que no esté dividida, necesitamos un presidente fuerte y una oposición que colabore.
* Director Consultora Poliarquía.