El mundo de las infancias y adolescencias trans está poco explorado pero mucho menos aún el de los padres y madres que viven este proceso en la crianza de sus hijos.
“Cuando él tenía 6 años, era Vanina, estaba en una escuela primaria y nos comentó que estaba enamorado de una niña y yo le dije que ya sabía”, Andrea Duna, mamá de Matías. Por su parte, Matías explicó que, “desde chico yo me sentía chico pero como no sabía sobre la gente trans, no pensé en realizar una transición y estaba resignado a vivir como mujer”.
Son las madres en su mayoría quienes defienden las elecciones de las infancias trans pero hay padres que marcan la diferencia. El padre de Agostina, Sebastián Muratore, comentó: “Tenía más o menos dos años y le gustaba ponerse en la cabeza alguna tela, toalla, funda de almohada, algo para simular que tenía pelo largo". "Después a eso se le empezaron a sumar algunas cosas con la salud y con mi mujer somos médicos pero no sabíamos cómo proceder así que hicimos consultas a psicólogos y psiquiatras”.
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La infancia trans plantea desafíos e interpela la manera que los adultos nombramos. “Yo sentía que me equivocaba cuando le decía que no era una nena. Hoy lo puedo decir con claridad pero en ese momento me preguntaba ¿Qué le pasa?”, expresó Natalia Bertazzoli, mamá de Juana.
Por su parte, Para Sebastián, padre de Agostina: “En su momento me generaba culpa de que yo estaba haciendo algo mal y por suerte eso me duró poco porque la que estaba pasándola mal era ella”. En síntesis “se los acompaña desde el amor, sin prejuicios, sin estar pensando en el qué dirán los demás porque no hay nada mejor que ver a tu hijo/hija feliz”, concluyó Sebastián.