El secuestro y asesinato de Matías Berardi viene a inscribirse en la terrible lista de la violencia e inseguridad que azotan a nuestra ciudadanía.
María Inés y Juan Berardi son jóvenes, se conocieron en 1990 en casa de una prima, se enamoraron. El, veterinario. Ella, maestra jardinera. Formaron una alegre familia integrada por cuatro hijos. Y la vida por delante.
Todo esto hasta el 28 de septiembre en el que Matías (el hijo mayor de 16 años), al volver de la fiesta de egresados del Colegio Santa Inés, fue secuestrado y, luego, asesinado.
Asombra y espanta la concisión con la que podemos relatar estos hechos. Unas pocas líneas. Y aquella familia feliz, ahora destrozada y golpeada en lo más profundo.
No hay palabras que alcancen para hablar de la muerte de un hijo. Y, sobre todo, como dicen María Inés y Juan, cuando se podría haber evitado.
Nos reunimos con ellos y con José (hermano de Juan) y su mujer, muy unidos a estos padres desolados. Y mientras cae la noche, rememoran aquel fatídico martes. En un tono mesurado pero enérgico, María Inés se sorprende ante la inexperiencia de dos personas muy jóvenes que la Policía Bonaerense instaló en casa de ellos para actuar como “contención y asesoramiento” frente a circunstancias que incluían un secuestro, llamados telefónicos y el desesperado sollozo de Matías (que sus padres no olvidarán nunca), pidiendo auxilio.
—Las personas que envió la Bonaerense tenían buena intención pero no debían pasar de los 20 o 25 años, a lo sumo –explica María Inés–. A su vez, ellos recibían instrucciones. No sé si por Internet.
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