En la capilla de la Villa 31 no hay vitraux, tampoco un fastuoso órgano, las flores son de plástico –no hay recursos para las naturales– y el techo es de chapa. Hace frío y los íconos religiosos están deteriorados, pero para los vecinos del barrio, Dios está tan presente como en las catedrales más imponentes.
Aún más: sienten que el papa Francisco tiene vigencia más que en otro lado, porque fue allí –y en la Villa 21.24– donde Jorge Bergoglio comenzó su trabajo con la “Pastoral Villera”, que reúne y coordina a todos los sacerdotes villeros.
Fue Bergoglio quien ayudó, hace más de una década, a montar las cuatro capillas y la parroquia –Cristo Obrero– en la 31 y fue “él” también quien nunca abandonó la costumbre de ir varias veces por año a darle la comunión o el bautismo a las comunidades del lugar.
Nunca pidió custodia para entrar, se negaba incluso a ir en auto. Llegaba en subte o colectivo, entraba caminando a un barrio donde no lo hacía la policía, tomaba mate con los vecinos y evangelizaba con un mensaje que era unívoco: más educación y trabajo, menos adicciones.
Siempre repetía entre sus asesores la esencia de su misión: “Hay que trabajar por la paz de las almas”, sobre todo, en los barrios marginales donde la hostilidad y el conflicto golpean la existencia pagana.
Fue Bergoglio, mucho antes de ser elegido Papa, quien discutía con las autoridades del Gobierno porteño por la concepción de “urbanización”. Para él no sólo era mejorar las casas o las calles, quería integrar la villa a la Ciudad.
El padre Guillermo Torre es el máximo representante de la Iglesia en la Villa 31. “Acá hace falta más presencia del Estado, faltan muchas cosas por hacer”, reclama y recuerda que cuando los vecinos se enteraron del nombramiento de Francisco, llegaron corriendo y llorando a la capilla para festejar.
Sentado junto a su altar, congela la mirada en el piso agrietado de la capilla y confía el legado de Bergoglio: “Nos señaló el camino de dejar la vida por los más pobres, nos dio fortaleza y nos mostró que nunca la Iglesia puede mostrarse indiferente a sus necesidades”.