A las 6.23 del martes 13 los hierros retorcidos del colectivo 92 envolvieron a los casi treinta pasajeros que llevaba. “Unos minutos antes del accidente, jugaba con mi nena en los últimos asientos. Mi mujer estaba al lado, íbamos tomados de la mano. De pronto, empezó la pesadilla”, relata Milton Kantuta, uno de los sobrevivientes del accidente en la estación de trenes de Flores que conversaron con PERFIL.
Gritos, llantos, sangre y muerte es lo que recordarán los sobrevivientes del peor accidente con trenes en la Ciudad en casi cincuenta años, con 11 muertos y 228 heridos tras el choque de una formación del Sarmiento con un colectivo de la línea 92 –que pasó con la barrera parcialmente baja– y otro ferrocarril detenido.
“Junto a mi mujer, Cristina Apaza Chino; mi hija, Catherine, y un grupo de amigos de la comunidad boliviana, tomamos el colectivo a las 5.45 en la parada de Camino de Cintura, cerca del barrio Esperanza, donde vivimos. Nos sentamos en el fondo. Mi esposa se colocó al lado de la ventana, y yo con mi nena encima”, relata Milton, cuya esposa permanece internada en cuidados intensivos en el Hospital El Cruce de Florencio Varela.
“Antes del choque hablábamos sobre qué íbamos a preparar de comer y jugábamos con nuestra hija”, recuerda y agrega: “Algunos pasajeros dormitaban y otros escuchaban música. Miré la hora y eran las 6.20 cuando pasamos por la parada de la plaza. Al cruzar el paso a nivel, el chofer frenó y lentamente siguió su marcha. Miré a mi derecha porque escuchaba la chicharra del tren y lo vi venir desde el lado de Once. Grité como pude: “Cuidado, el tren”, pero el colectivo no se detuvo.
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