Natalia y Mariano, treintañeros, se mudan juntos por primera vez: hasta ahora, cada uno vivía en un monoambiente y decidieron encarar su vida en común ganando un espacio más. Pero prefieren, por una cuestión de costos, evitar las inmobiliarias, que piden no menos de dos meses de comisión, gastos de averiguación de antecedentes y dos meses de depósito para entrar a una propiedad.
A través de un sitio de internet que publica avisos de propiedades en venta o alquiler únicamente de dueños directos, eligieron el departamento de dos ambientes que Juan e Inés comparten con su hijo pequeño, en Palermo, ya que ellos, a su vez, se mudan a Recoleta, a lo de Paula y Germán, una familia con dos chicos de 3 y 5 años que vive hace quince años en el PH de tres ambientes que compraron cuando se casaron y que ofrecieron a través de redes sociales sólo a amigos y conocidos.
“Como es la primera casa que tuvimos y, además, le hicimos muchas reformas que nos costaron años de obras y dinero, queríamos alquilárselo a alguien de confianza, que nos lo ‘cuide’ por dos años hasta que nosotros podamos ver si el mercado se reactiva y venderlo para comprar algo más grande”, cuenta Paula, entre cajas y canastos: tiene todo embalado porque la semana que viene se muda con su familia al departamento de 140 m2 de una amiga de su tía, que se va a vivir al Sur y se lo ofreció en alquiler apenas se enteró de que querían agrandarse.
Esta especie de cadena de alquileres de dueños directos es un fenómeno que se multiplica: con un mercado de compra y venta que el mismo sector inmobiliario reconoce como “parado”, cada vez más porteños deciden agrandarse poniendo sus propiedades en alquiler en forma directa y alquilando, a su vez, con ese piso de ingresos que reciben.
En una ciudad donde, además, un tercio de sus habitantes son inquilinos –según datos del Indec, se incrementó el 13% desde 2001–, incluso el gobierno porteño lanzó una iniciativa para impulsarlos, reconociendo que es, para muchos, la única manera de acceder a una vivienda.
Sin la participación de una inmobiliaria, ¿cómo llegan estos propietarios a concretar esas operaciones? El boca a boca, las redes sociales y sitios como Solo Dueños actúan como enlaces. “La tranquilidad que les damos a quienes buscan alquileres a través del sitio es que nosotros supervisamos, primero, que se trate efectivamente de un anunciante particular y no de un corredor inmobiliario o una constructora disfrazada”, cuenta a PERFIL Eduardo García, titular de Solodueños.com, que ofrece ese servicio de clasificados online hace más de 15 años. Los propietarios manejan su propio aviso y publican fotos y reciben a los potenciales inquilinos. Si hay algún engaño, el sitio se encarga de detectarlo.
Tener o no tener. “Comprar o agrandarse hoy es algo muy difícil: pensemos en los créditos existentes en el mercado versus los valores de las propiedades. El primer obstáculo, además, es ahorrar, con los valores dolarizados; y luego, si se accede a un crédito, acreditar que los ingresos son suficientes para hacer frente al pago de las cuotas, que no pueden exceder el 30 a 40% de esos ingresos”, explica a PERFIL Diana Pintos Sierra, vicepresidenta de la Asociación en Defensa de Inquilinos (ADI).
La otra gran traba es la gran erogación que supone entrar a un alquiler a través de una inmobiliaria: si bien la Ley 2.340 de la Ciudad de Buenos Aires establece 4,15% como tope de los honorarios que pueden cobrar por la transacción (lo que equivaldría a un mes o un mes y cuarto del valor del alquiler), el mismo sector reconoce que, ante la falta de ventas, “la mayoría, hoy, incumple la normativa” y cobra más de dos meses de comisión, según dice Roberto Arévalo, presidente de la Cámara Inmobiliaria Argentina.
“Lo que el usuario debe hacer es, ante todo, pedir la matrícula, porque hay muchas inmobiliarias truchas que estamos persiguiendo”, agrega. Los depósitos de más de un mes son por “usos y costumbres”, admite. ¿Qué hacer, entonces? “Informarse y exigir”.