SOCIEDAD
un fenomeno entre las mas chicas

Del disfraz de princesa al hábito de monja

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Las puertas del teatro Opera  se llenan de niñas y adolescentes disfrazadas de monjas que esperan ver a su ídola, Lali Esposito, en la versión teatral de Esperanza mía. Verónica, mamá de Isabella, de 4 años, asegura: “A mi hija le encanta actuar, bailar y cantar, no pensamos en la parte religiosa, sólo en que ella disfruta ponerse el disfraz acompañado del cd de la novela”. Por su parte, Gisella, mamá de Camila, de 9 años cuenta: “El disfraz de monja lo tomo como cualquier otro elemento de juego”. “Mis tres hijas y todas sus compañeras del colegio son fanáticas. Junto a otras mamás, llevamos a 24 nenas al teatro. Me gusta la forma de ser de Lali, quizás un tanto rebelde, para mostrar ese perfil a la juventud, pero se compensa con que tiene valores positivos”, cuenta Inés, madre de Lucía, Clara y Juana.
“El traje de Esperanza mía se vende al triple que cualquier otro –cuenta Erica Carabellese, dueña de Err Disfraces–, lo llevan para nenas desde los 3 años hasta los 13. Las más chiquitas no tienen idea de lo que es una monja, pero todo este boom las hace querer el disfraz a toda costa”. Según Luis Miguel Donatello, doctor en Ciencias Sociales e investigador en temas de religión, ficciones como Esperanza mía o Violetta plantean un doble movimiento: por un lado una niña asexuada pero que luego se convierte casi en símbolo sexual. En este sentido, estamos frente a “modas que hipersexualizan al público”. Por el lado de las consumidoras de su imagen,  Donatello plantea que hay una “reapropiación sarcástica del traje de monja”.