SOCIEDAD
Covid: 10 historias entre 100 mil muertes

Miguel Ángel Devicensi: galán, poeta y un espíritu que no aceptaba los moldes

Cumplió 78 intubado en el Hospital Fernández. Estaba impecable hasta que se enfermó de Covid. Sus hijos, sus nietos, el taller y las mismas 15 cuadras, testigos de su libertad.

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Miguel Ángel y sus nietos: Majo, Martín y Pedro | Gza. Devicensi

Fuera del molde, pero sobre todo, libre. “Vos si querés casate. Pero a mí no me hagas ir”. Miguel Ángel Devicensi (78), papá de Matías -el gran dolor de su vida fue su partida, cuando sólo tenía dos años y medio-, Dante y Aldo; abuelo de Majo, Martín y Pedro. Mi suegro y el tipo más auténtico y despojado que me tocó conocer. Nunca vi a mi hijo reírse tanto como con él, con carcajadas que muy pocas cosas le arrancan: sus malas palabras dichas en susurros, para que yo no me entere; o las hamburguesas, alfajores y botellas de Coca que compartían los mediodías en el taller: “No le digas a tu vieja”.

 

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Miguel Ángel Devicensi, Dante y Aldo, en una foto de principios de los años 80. 

 

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Cuando era chico, a Miguel -el Tano, para todo el mundo- le gustaba lo que le gustó hasta el último día en que trabajó, el 26 de diciembre pasado: callejear. Su vida transcurrida entre las mismas 15 cuadras -Vidt y Paraguay, Thames, Oro y Nicaragua- es de esas de las que ya quedan pocas. Empezó a trabajar muy temprano: repartía los pedidos de la farmacia del boulevard Charcas y Vidt, con frente de boiserie que hoy es un restaurante. A veces, contaba, le tocó ir a lo de la ‘Coca’ Sarli. 

 

Todos lo conocían, todos lo saludaban, algunas (varias) lo miraban y él miraba a todas. Piropos de los de antes -que hacían sonreír aun a feministas empedernidas, como yo- y poemas garabateados en las hojas cuadriculadas del cuaderno de trabajo, que escondía en la guantera del auto para que su hijo se los diera a uno de sus tres amores, Pedro. Tardes enteras con Majo de chiquita y la admiración por el dominio de la pelota de Martín. La pasión por caminar, kilómetros y kilómetros, y descubrir chucherías en las ferias en Liniers. El baile, el festejo, el vino. 

 

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'El Tano' y su hijo Dante. Luego compartirían también su lugar de trabajo. 

Nos enfermamos todos al empezar el año. Vos la pasaste, Tano, y después, zas: dejaste de poder respirar bien. Empezó la fiebre. Y encima estabas preocupado por la neumonía de Dante. Cuando te llevaron al Fernández y te intubaron, los médicos nos aseguraban que los admiraba tu resistencia: un cuerpo de 60 disimulado en los 78 que cumpliste internado allí. Cuando te fuiste, nos dejaste con un vacío enorme. Pero nos legaste tu libertad. Gracias.