El secuestro de Pedro Eugenio Aramburu, un 29 de mayo de 1970, en pleno Barrio Norte porteño, en un operativo con características cinematográficas, fue de el comienzo de una serie de hechos violentos que marcaron a toda la década del '70. Dos miembros de una célula de una agrupación llamada Camilo Torres (un cura guerrillero), vestidos de militares, entraron a la casa del general y le dijeron: “¡Usted viene con nosotros!”. Se subieron a un auto y a una camioneta robados e iniciaron un periplo que terminó en Timote, un pueblo bonaerense cercano a Carlos Tejedor, a 400 kilómetros en donde, donde luego de un “juicio”, Aramburu fue asesinado.
Disfrazados de oficiales del Ejército, Fernando Abal Medina y Emilio Maza habían logrado entrar al departamento 8° A de la calle Montevideo 1053. Veinteañeros, dijeron que venían a ver a Aramburu por orden del comandante en jefe de la fuerza, Alejandro Agustín Lanusse. Fue el propio Abal Medina al menos uno de los que disparó los tres o cuatro balazos que terminaron con la vida de quien había sido protagonista de la Revolución Libertadora, responsable de la muerte del General peronista Juan José Valle, que, pese a todo, se presentaba como una opción diferente a la estructura militar que gobernaba.
En el grupo que llevó adelante el secuestro, no estaban solamente Abal Medina y Emilio Maza. Entre otros, estaban Mario Firmenich y una sola mujer, Norma Arrostito, por entonces, era pareja de Abal Medina, siete años mayor (ella tenía 30 y su novio, 23). En el operativo de secuestro, Arrostito estuvo en la esquina de Montevideo y Santa Fe, con una peluca rubia, “haciendo de campana” de lo que sucedía.
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Pero no solo era la única mujer de ese grupo por entonces desconocido, cuyo nombre era Montoneros, sino que su historia, diferente a la de muchos de sus compañeros, también se convirtió en una suerte de símbolo: de cómo cierta clase media se sumó a la lucha armada. Arrostito fue “la número tres” o “la número dos” de la organización. Pero ocurrió que, como otras mujeres militantes, nunca llegó a la conducción real de la organización, pero la historia de su vida también describe a aquella “juventud maravillosa” que convulsionó la política argentina.
Antes de Aramburu
La orden de captura que pesó sobre ella, de 1971, describe algo. “El 13 de julio de 1971, la Policía Federal Argentina publicó su pedido de captura, con orden del día N° 154, en la cual se indicaba: “Arrostito Ester Norma (a) Irma C.I. 4.714.723 Argentina, 30 años, casada, maestra, cutis blanco, 1.62 m (sic) de altura, hábil maquilladora y usa peluca, participó del asalto al garaje de la calle Emilio Lamarca robando los vehículos utilizados posteriormente en el secuestro del Teniente General Aramburu, actuando luego de campana al consumarse ese hecho delictuoso. Recibió adiestramiento comunista especial en Cuba”.
Pero en realidad es una descripción incompleta. Arrostito nació en la provincia de Buenos Aires en 1940. Hija de un militante anarquista y de una mujer católica, a principio de los sesenta se afilió al Partido Comunista. Allí conoció a su primera pareja, el también militante Rubén Roitman. Era el tiempo del estalinismo, de una visión crítica y “sectaria”, según la misma Arrostito: la idea de una sociedad distinta necesitaba de otra herramienta. Y así apareció el peronismo en su vida. Así fue como entró en una agrupación que se llamó ARP (Acción Revolucionaria Peronista), un grupo creado por John William Cooke, el exsecretario de Juan Domingo Perón, que fue el primero en acercarse a la izquierda dentro del movimiento. Al grupo llegó con su marido. Y allí se encontró con las ideas de Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz y Juan José Hernández Arregui. Y también fue acercándose a la “acción directa”. Allí también conoció a Fernando Abal Medina, un militante que venía de los grupos católicos, durante una huelga de petroleros.
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En el libro Aramburu, de María O´Donnell se cuenta que Abal Medina ya vivía con Mario Firmenich y Carlos Ramus. “convivieron hasta que Abal se enamoró de Norma Arrostito, una mujer que tal vez hubiera espantado a sus padres. Pero Antonio y Carmen no tuvieron noticias de ese vínculo”. O Donnell cuenta algo más de la historia de Arrostito: “hija de un plomero, Osvaldo, y de una ama de casa, María del Carmen, Arrostito no podía ser más diferente de la novia de Acción Católica que Abal Medina había llevado a casa de sus padres. Se conocieron durante la huelga de los portuarios, la más importante que enfrentó el dictador Juan Carlos Ongania en su primer año en el poder, cuando eliminó muchos beneficios laborales que databan del peronismo. (..) los dos jóvenes se acercaron a cooperar de manera individual. En una de las tantas redadas de la policía contra los portuarios, los dos cayeron presos. Aunque no compartías las ideas de las nuevas amistades de su hermano, Juan Manuel movilizó sus contactos con funcionarios de Onganía y logró que Fernando y la mujer que lo acompañaba fueran liberados. El marido de ella entrenaba por esos días en La Habana. Al regresar, se encontraría con que ella había cambiado sus simpatías políticas y además, se había enamorado de otro hombre”.
De allí en adelante, la vida de Arrostito cambió para siempre. Trabajaba en un Jardín de Infantes, Arcoiris (que quedaba bastante cerca del departamento de Aramburu, en Uriburu y Santa Fe) y empezaba a ocupar un lugar clave en la organización. Un lugar que la llevó a participar del secuestro y a ser también junto a Firmenich, una de las personas que narró cómo fueron los últimos días del general asesinado.
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Género y militancia
Arrostito, como ya se señaló, nunca llegó a conducir a Montoneros. El sociólogo Carlos de Angelis indicó que: “no era católica practicante, venía del PC y mi impresión de la poca información que existe sobre ella es que le proveyó a la organización capacidad organizativa”. Otros estudiosos de la época señalan que el hecho de ser mujer, pese a su claridad, Arrostito funcionó como "un límite", una cuestión que se hizo más fuerte con la muerte de su pareja en 1970. Desde entonces, ocupó un lugar más simbólico que político, aunque de enorme importancia. Dicen que criticó internamente el giro militarista de Montoneros, y pese a estar en peligro durante la dictadura militar, decidió no irse del país.
En 1976, el gobierno de facto anunció que la había “abatido”. “El Comando de la Zona 1 informa que como resultado de las operaciones de lucha contra la subversión en desarrollo, fuerzas legales llevaron a cabo una operación el día 2 de diciembre, a las 21 horas, en las calles Manuel Castro y Larrea, de la localidad de Lomas de Zamora. En la oportunidad, fue abatida la delincuente subversiva Esther Norma Arrostito de Roitvan, alias Norma (sic), alias Gaby, una de las fundadoras y cabecillas de la banda autodenominada Montoneros”, decía el comunicado del Comando del Ejército. Pero aquella noche de verano la mujer acribillada en Lomas de Zamora a la vista de los vecinos era otra.
“Su muerte significa un duro golpe a la cúpula del grupo que integraba y un nuevo paso para la erradicación del extremismo en el país, que se va cumpliendo en forma sistemática tras la muerte de Mario Roberto Santucho y de sus principales lugartenientes”, publicó el diario Clarín de entonces y el 9 de diciembre la revista Gente puso su foto en tapa cruzada por una faja que la declaraba: “Muerta” con la fecha y la hora fraguadas. La dictadura había pensado ese montaje para golpear psicológicamente a la organización Montoneros.
Alerta en organismos de derechos humanos por posibles domiciliarias a represores de la ex ESMA
Norma Arrostito estuvo secuestrada dos años en la ESMA. Sus compañeros de cautiverio señalan que los militares, incluyendo al vicealmirante Rubén Jacinto Chamorro la mostraban como un trofeo de guerra. La fiscal Mercedes Soiza Reilly narró parte de su final: “Norma estuvo cautiva en la ESMA durante casi dos años, fue torturada, aislada del resto del grupo pero exhibida a los cautivos recién llegados con el propósito de quebrar su voluntad y como forma de atormentarlos”, dijo la fiscal en su alegato y agregó que también “la exhibieron como “trofeo de guerra” ante altas autoridades de la Armada, al igual que de otras fuerzas”.
Y continúa el relato: “En el sector denominado “Capucha”, en un “camarote” (celda de aislamiento improvisada con madera), Arrostito tenía las piernas hinchadas. Sus problemas de circulación se habían acrecentado por los grilletes y la inmovilidad del cautiverio. Por eso era “habitual” que un enfermero de la Marina le inyectara medicamentos.
Ese domingo, según relataron algunos los sobrevivientes, el enfermero llegó acompañado por el médico Alberto “Tomy” Arias Duval y después de inyectarla se quedaron esperando cerca de la celda. En seguida se escuchó gritar a Arrostito. Los marinos se la llevaron al Hospital Naval. Susana Jorgelina Ramus fue la testigo que presenció los últimos momentos de vida de la dirigente de Montoneros y su testimonio fue clave para reconstruir ese momento. El cuerpo de Arrostito continúa desaparecido”.
“Cuando entré a la camioneta, ella ya estaba agonizando. Me pidió que le tomara la mano. Fue terrible”, dice, en el libro de O´Donnell.
El secuestro y muerte de Pedro Eugenio Aramburu marcó una época. Es un hecho con múltiples aristas: una de ellas es la incidencia del sector de Juan Carlos Onganía en los hechos. Lo cual no quita que figuras como la de una de las pocas mujeres que participó del origen de Montoneros no encierren un mensaje y expliquen también ese momento de la historia. De Angelis lo sintetiza de la siguiente manera: “Su historia guarda algún parecido con la de Ulrike Meinhof de la guerrilla alemana, pero Arrostito nunca llegó a la conducción”.
Su principal biógrafa, Gabriela Saidón, cuenta, además, que a Arrostito, le gustaba particularmente la película Melody. El filme australiano contaba la historia de dos adolescentes que se enamoraban y marcaba además el debut como guionista de Alan Parker. Formas de la rebeldía por amor que construyeron una época.