"Cuando conocí el pueblo de Glew, cerca de 33 años atrás, sus calles eran transitadas por sulkies, volantas y jinetes y daba la impresión de estar a centenares de kilómetros de Buenos Aires. Pasé inolvidables semanas recorriendo el lugar con mi inseparable caja de colores en busca de paisajes, cuando descubrí esta pequeña capilla inaugurada en 1905, año de mi nacimiento, rodeada entonces por un huerto lleno de frutales.
Ver sus paredes blanqueadas y su interior solitario y silencioso me dio la idea de llenar espacios existentes entre pilastras y lunetos, con pinturas pintadas al fresco que relataran la historia de Santa Ana, madre de la Virgen María. También pensé en incorporar a los temas bíblicos paisajes del lugar, para que éste quedara allí, sobre los muros del templo, como documento de una época."
Así describe el pintor argentino su encuentro con Glew, donde durante 23 veranos se dedicó a cumplir su sueño: pintar las paredes de la Iglesia, relatar la historia de Santa Ana.