No está en nuestra biología y -por lo visto- tampoco en nuestras experiencias. Aunque sigue siendo uno de los ideales rectores de nuestra sociedad, la monogamia está en vías de extinción y cada vez se aceptan más las infidelidades.
Las relaciones de pareja duran cada vez más lo que dura el deseo y son pocas las que se mantienen sin “ciertos deslices” de por medio. La conclusión no es casual. A ella llegan los expertos consultados por Perfil.com, pero también abundan en los testimonios de gente común recopilados por este medio (ver nota relacionada).
“En una cultura donde se pone tanto en juego el éxito, la riqueza y el poder, ese narcisismo desestabiliza permanentemente la autoestima y esto afecta mucho la pareja”, explica el psicoanalista Andrés Rascovsky, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Rascovsky destaca que hoy en día existen muchas relaciones “narcisísticas”, en las que se busca “lo que uno quiere ser, lo que uno fue, o lo que fue parte de uno”. Así las cosas, el especialista señala que cuando predominan estos aspectos “las relaciones son frágiles, porque no se toleran las diferencias, sobre todo cuando el otro no concuerda con el ideal de uno”.
En este sentido, el psicoanalista Gabriel Espiño, de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), señala que, si bien el amor dura lo que dura el deseo, en una pareja ello se puede “refundar”, algo que cada vez sucede menos en nuestra sociedad.
“Es un momento en que todos los lazos están ausentes y demorados”, explica el especialista, y destaca: “Eso sumado a que cada vez está menos sancionada la infidelidad, las relaciones cada vez duran menos y cada vez hay más (o se conocen más) casos de infidelidad”.
En tanto, un estudio del Hospital St Thomas de Londres reveló, hace un tiempo, que un 40 por ciento de la infidelidad en mujeres se debía a factores genéticos. Verdad o mentira, lo cierto es que las parejas cada vez están más devaluadas.