La llegada de Paul Frampton al penal de Villa Devoto en 2012 no pasó desapercibida. Era un hombre canoso, con anteojos, que hablaba en inglés y provenía del mundo de las ciencias, pero que había caído en prisión por tráfico de droga. Al científico no le fue fácil adaptarse al lugar y sufrió en su estadía en la cárcel. Quienes convivieron con él durante su tiempo de encierro recuerdan que “lloraba como una nena” y que se la pasaba hablando sobre su inocencia. “Trick” era la palabra en inglés que no paraba de repetir. A un “engaño” atribuía su desgracia. Sus compañeros de pabellón lo llamaron “El sabio”.
Frampton fue alojado en el pabellón 4 del penal de Devoto, un sector en el que conviven cerca de ochenta internos. Al científico le fue muy difícil hacerse entender porque no hablaba castellano y se encontraba muy deprimido por su particular situación. El ánimo y el idioma no lo ayudaban. “Cuando entró lloraba como una nena. Era una persona muy inocente al punto del infantilismo”, cuenta a PERFIL una fuente penitenciaria.
Frampton, doctorado en Oxford, era un académico brillante y colaborador de varios Premio Nobel. Pero insólitamente, cuando ingresó a Devoto, nadie supo de quién se trataba y hasta se barajó la posibilidad de “mandarlo a hacer la primaria”. Luego se le otorgó la posibilidad de que estudiara y pasara gran parte de su tiempo en el Centro Universitario de Devoto. “Se la pasaba tratando de explicar su historia y sus teorías. Trick (engaño) era la palabra que repetía a menudo”, recuerdan.
Durante su estadía en prisión casi todos los días llegaban cartas provenientes de las más prestigiosas universidades extranjeras y de otros premiados científicos que estaban preocupado por su integridad física. Ellos decía que Frampton era una víctima en esta causa y no una “mula” como finalmente entendió la Justicia argentina.