“Fue mi primera y única clase de yoga”, dice Paula. “Pedimos una profesora a domicilio con mi abuela en su casa de Castelar. Al tratar de hacer una de las posturas sentí un dolor muy fuerte; al rato no podía respirar: me había desgarrado el pectoral mayor, el médico no podía creer semejante desgarro. Tenía 17 años y casi me pierdo el viaje de egresados, estuve con un cabestrillo y me tenían que ayudar hasta para comer”, contó.
El caso sirve como ejemplo de los –quizás insospechados– peligros de la milenaria tradición india si no se la practica con los debidos recaudos y una correcta preparación de los instructores. “Hay que huir de quienes no están preparados. Se pueden generar problemas en las rodillas, en los músculos; cualquier tipo de problemas físicos”, resume Graciela Meghinasso, de la Fundación Filosofía y Arte para la Vida, quien además recomienda trabajar con médicos y tener presente las historias clínicas de los alumnos.
Por su parte, Gabriela Binello, profesora y directora de contenidos de http://www.gabrielabinello.blogspot.com, señala: “El yoga te puede sanar o te puede matar, como dijo el maestro Krishnamacharya. Es un arma poderosa para curar, pero no es una pavada. Es como tomar un remedio sin ir al médico. Y sucede que, como toda moda, tiende a ser trivializada”, dijo.
Los otros. Como la historia de Paula hay numerosas. Mariana, sommelier de té, también se desgarró en medio de unos ejercicios de respiración que hacía sola en su casa: “Nos habían dado un manual en un profesorado y no nos habían advertido que primero había que hacerlo con un maestro. Yo me zarpé haciendo ejercicios, me dormí y amanecí con molestias en una costilla, lo que empeoró hasta que casi no podía respirar. Terminé desesperada en una guardia; me dolía como si me hubiera lastimado un hueso pero desapareció con medicación y dos días de reposo”, dijo y aconsejó: “No hay que leer y mandarte a practicar. Es necesario siempre tener un maestro al lado”.
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