SOCIEDAD
A cinco años de #NiUnaMenos

"Ni Una Menos se convirtió en un nuevo Nunca Más": recuerdan la primera marcha contra la violencia machista

Un tuit de la periodista Marcela Ojeda por el crimen de Chiara Páez lo puso en marcha: miles tomaron las calles con un grito que se universalizó. El #3J en cuarentena: alarma por el aumento de femicidios. Galería de fotos

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"Ni una menos 2020" | Sergio Piemonte y Pablo Cuarterolo

El 11 de mayo de 2015, un tuit de la periodista Marcela Ojeda encendió las alarmas: "Nos están matando", escribió. Convocaba a actrices, políticas, empresarias, artistas, referentes sociales. "Mujeres, todas, bah", resumía. Su reacción, visceral, respondía al femicidio -en ese entonces aún los medios no lo consignaban así: “crimen”, “homicidio”, se escribía y decía todavía- de Chiara Páez, una adolescente de 14 años de Rufino, Santa Fe. Chiara estaba embarazada. Salió el 10 de mayo de su casa, con amigas, a quienes que dijo que iba a encontrarse con Manuel Mansilla, su novio de 16. Nunca volvió. Horas después su cuerpo fue encontrado enterrado en el patio de la casa familiar del chico. 

 

 

Ese 11 de mayo, varias colegas de Ojeda se hicieron eco rápido de ese grito. En un hilo del que participaron también Hinde Pomeraniec, Florencia Etcheves, Mercedes Funes, Ana Correa, Valeria Sampedro, Ingrid Beck, Soledad Vallejos, Marina Abiuso y más, todo se organizó rápidamente: convocaron para reunirse la tarde del 3 de junio, en el Congreso Nacional. Llevarían carteles, se sumaron madres de otras víctimas, se definían consignas. NI UNA MENOS, se leyó en uno de esos tuits, así, en mayúsculas. 

Lo que siguió después, se sabe, transformó un grito en una necesidad y en un cambio social. Recorrió el mundo. Se multiplicó. Se volvió imparable. Esa tarde, no fue sólo el grupo de periodistas en el Congreso pidiendo justicia: fueron 150 mil. 

“En esas primeras horas del 3 de junio de 2015, tenía mucha emoción. Lo recuerdo como el día en que creí que el cambio era posible. Pero, si bien esperábamos tener cierta convocatoria, no esperábamos la fuerza de esa plaza que se replicó en todo el país. Me acuerdo que nos abrazábamos y llorábamos y no podíamos creer lo que veíamos. Todavía me emociona pensar en la lectura de ese documento tan inclusivo que decía ‘#NiUnaMenos es un nuevo Nunca Más”, recuerda cinco años más tarde -y en un contexto completamente diferente, que obliga a que la marcha de este 3J sea en redes- la periodista y escritora Mercedes Funes. “Toda la organización de la movilización y la convocatoria nos llevó menos de tres semanas. Pensarlo hoy es increíble”, asegura. 

“Recuerdo ver muchas mujeres grandes que se movilizaban por primera vez o después de mucho tiempo, y la cantidad de chicas de colegios secundarios que marchaban por primera vez. Las caras de los familiares de las víctimas de femicidio que pedían justicia. Y una sensación que mantenemos hasta hoy: las mujeres, las lesbianas, las trans, no nos sentimos más solas”, sostiene a su vez la comunicadora y escritora Ana Correa, otra de las integrantes de esa convocatoria original. 

Desde ese 3 de junio, “se produjeron cambios radicales en la sociedad y en la vida de cada uno, de cada una. El movimiento feminista creció, se politizó y siguió ocupando las calles masivamente. Pero, sobre todo, se desnaturalizó la violencia machista y sexual, bajó exponencialmente el umbral de tolerancia hacia estas violencias tanto en los discursos mediáticos como en la vida cotidiana, en los lugares de trabajo y de estudio -donde los protocolos para actuar institucionalmente generaron debates y organización-, en la cultura, en la política y la economía. Ya no es tolerable mirar para otro lado cuando entendemos colectivamente que el sistema patriarcal es violencia para todos y todas”, aseguran quienes integran las más de 70 colectivas que convocaron para este miércoles -pandemia mediante- una agenda de acciones comunes para compartir su grito en redes. 

Las mujeres en situación de violencia son sobrevivientes

Correa coincide con ese eje, pero agrega más: “Creo que esa movilización permitió instalar con fuerza la agenda de género y visualizar más los reclamos históricos del feminismo. Eso permitió muchos cambios, pero el desafío es que los enunciados se traduzcan en políticas reales. Hoy tenemos comisiones de género en casi todas las instituciones, editoras de género en los medios”, dice la autora de Somos Belén. 

“Logramos que se apruebe la Ley Micaela para que se capaciten en perspectiva de género los tres poderes del Estado. Adhirieron todas las provincias. Pero el peligro es que las comisiones de género se transformen en nuestras nuevas cocinas, donde nos encerramos y desde donde no podemos incidir en las decisiones que se toman. Como señaló hace poco Ileana Arduino en un artículo: el peligro del cuarto propio. Una vieja demanda hoy puede ser una trampa, porque necesitamos que las políticas de género sean transversales, que no queden en el cuarto del fondo. Y las primeras que tenemos que estar atentas a esto somos nosotras”, se sincera.

Para Funes, la principal transformación de estos cinco años que pasaron “es que las mujeres nos reconocimos como sujeto colectivo con una fuerza enorme para instalar la cuestión de género en la agenda política, mediática y social”, afirma. “En 2015, los femicidios ni siquiera se llamaban por su nombre, no había registros oficiales. Hoy conocemos las cifras aberrantes que se agravan en el contexto de la pandemia, y por eso tenemos que seguir gritando”. 

Bisagra. Así define Correa al momento que se atraviesa en el país y en el mundo por la nueva realidad impuesta por la pandemia de coronavirus. “Son alarmantes las cifras de femicidios, y lo es también que sea el único delito que se mantuvo durante el aislamiento. Sabemos que además han crecido los delitos de agresiones sexuales. Los llamados al 144 crecieron y las denuncias formales bajaron. Eso nos está hablando de una cantidad enorme de mujeres que se deciden a llamar para comentar una situación de violencia pero no están encontrando las herramientas para traducir eso en una denuncia formal”, dice. 

“No quiero que sigamos contando mujeres muertas o que nos acostumbremos a pasar en limpio las estadísticas. Cada mujer que intentó denunciar y no pudo, y luego terminó muerta, tiene que ser leída como un fracaso del Estado en salvar esa vida. Me gustaría que la violencia de género se tratara con la misma seriedad con la que se está afrontando una situación inesperada como es la pandemia del Covid-19”. 

Pero va más allá: “Creo que hay que sumarse al grito global de No al racismo, no al clasismo, no a la violencia de género. El feminismo, hoy más que nunca, tiene que ser parte de la lucha interseccional que se está dando a nivel global. Porque el avance de los antiderechos y del fascismo hoy es una realidad. Y a nivel local, tal vez podríamos poner en pausa las discusiones académicas, bajar la frecuencia de Zooms y acompañar a las mujeres que desde la situación de aislamiento nos están diciendo que necesitan protección, y que no nos olvidemos de ellas a la hora de diseñar políticas”, pide. 

Manuel Mansilla fue condenado a 21 años y 6 meses de cárcel. Cinco años más tarde, la familia de Chiara Páez aún espera que la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe confirme la condena que recibió el novio, y que avance la investigación por el presunto encubrimiento o participación de su madre y su padrastro. Pero el grito -¡Ni Una Menos!- ya es universal, y no hay pandemia que lo pare.

CFE / DS

 
 
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