SOCIEDAD
fueron todos juntos a pinamar

Para veranear con sus hijos, arman una "comunidad de divorciados"

Tienen entre 45 y 55 años y se conocieron porque los chicos son amigos. Convivieron dos semanas en una casa. “Lo haríamos de nuevo”, aseguran.

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En grupo. Alquilaron un espacio grande, pero las comidas –en casa y en la playa– las compartieron. | patricio cabral

Sebastián Levy, Fernando Maldotti, Mariano Romanelli, César Jorge, José Izquierdo y Federico Babelis tienen varias características en común: edades similares –van desde los 45 a los 55 años–, están divorciados o separados y todos –menos uno de ellos, padre de mellizos– tienen un único hijo, de 15 años, a quienes acompañan en la práctica deportiva en un club, a través de la cual se convirtieron, ellos también, en amigos. Se fueron de gira juntos, dos o tres días, a distintas provincias e hicieron asados, comidas, salidas.

Pero, hasta este verano, quizá nunca hubieran imaginado que ahora comparten una cosa más: haber formado parte de una comunidad armada para pasar las vacaciones con sus respectivos hijos y transformarla en una experiencia compartida entre todos, hasta con casa en común.

“Vinimos movidos por ellos –Franco, los mellizos Santiago y Nicolás, Lucas, Gonzalo, Nico, Iñaki, Manu y Felipe–, porque todos querían venir a Pinamar, que para nosotros, sigue siendo como un ‘country abierto’, ideal para la edad de ellos, donde todos se reúnen en la calle, tienen más libertad que en otros lugares de veraneo y a nosotros nos dejaba más tranquilos. Así que nos mandamos y dijimos ‘Vamos por todo: quince días de convivencia”, relata Sebastián Levy, papá de Franco, que vive durante el año en Paraguay y tenía la última quincena de enero para pasar con su hijo.

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Otra forma de violencia hacia los hijos

La idea, arriesga Levy, la propuso él “creo que por casualidad: un domingo surgió el tema de los chicos, las salidas a la noche y las ganas de ellos de ir sí o sí a Pinamar. Yo creo que dije la pavada de alquilar todos una misma casa, pero como nadie sabía cómo iba a resultar, fuimos cada uno con su auto”, cuenta.

Un sistema organizado. Encontrar el lugar y cerrar el trato fue tarea del contador del grupo, quien también armó una planilla de gastos y fue el responsable de que no hubiera “ni un solo problema” por cuestiones de dinero. La logística también fue armada de antemano: “Miguel y Mariano eran nuestros buscadores de ofertas y los encargados de las compras. La dieta no fue muy variada, confiesa Levy, pero efectiva para alimentar a todos: consumieron unas ochenta pizzas, doscientas hamburguesas, setenta milanesas, 25 kilos de papas y 24 de mu-zzarella.

Una noche, Levy –encargado de la cocina– hizo asado para todos: diez colitas de cuadril, cuarenta chorizos, 15 kilos de asado de tira. “Ese día, alguien del grupo había ido a pescar corvinas: las cocinaron y salieron muy saladas, así que comimos el asado que hice yo”, recuerda.

Las tareas de la casa también recaían en los chicos: hacían turnos de a dos para limpiar, lavar los platos y poner y levantar la mesa

Las tareas de la casa también recaían en los chicos: hacían turnos de a dos para limpiar, lavar los platos y poner y levantar la mesa, además de hacerse responsables de la ropa blanca y por convivir en armonía. El que no respetaba los horarios de salida –de 0 a 3 de la mañana– “perjudicaba al resto, porque todo se hacía en grupo. Pero nos sorprendieron”, asegura Levy.

Experiencias. Además de barman, César Jorge fue también el encargado de hacer de terapeuta grupal. “Como es psicólogo y consultor, nos ‘coacheaba’ a todos y logró hacer que la armonía en la convivencia fuera muy buena”, dice Levy.

“Se generó una dinámica en la que no se admitían actitudes individuales distintas a las de la dinámica del grupo, que igual saltaban a la vista”, cuenta. “Por ejemplo, si uno de nosotros llamaba a su hijo gritando, luego de un par de veces no lo hacía más, sino que lo iba a buscar. O estaba quien nunca había ido a bailar: de parte del padre y del chico hubo todo un proceso por acercarse a algo nuevo. Y el padre se dio cuenta que podía soltarlo un poco, y su hijo tuvo una buena primera experiencia”, detalla.

También se repartían las tareas de control de salidas: todos teníamos rastreadores de teléfonos y a mí, que me gusta salir, me tocó dar una vuelta cada noche para mirar cómo estaba el panorama”, relata.

Se generó una dinámica en la que no se admitían actitudes individuales distintas a las de la dinámica del grupo, que igual saltaban a la vista, dice Levy.

El sábado del asesinato de Fernando Báez Sosa (18) en Villa Gesell, el grupo ya estaba de vacaciones. “Nos sentamos y hablamos con ellos. Les dijimos que estuvieran tranquilos, que se mantuvieran unidos, que no reaccionaran ante nada y que se cuidaran”, asegura. “Fue un proceso para los padres, un aprendizaje; y para los chicos adaptarse y que ninguno proteste nada. Pero lo logramos”.

Ganas de volver. El equipo “funcionó muy bien, jugábamos al truco, comíamos siempre juntos –en la playa y en la casa–, y si había una actividad puntual, todos la hacíamos. No fue algo premeditado, se fue dando así. Cuando se lo conté a la mamá de Franco, no lo podía creer”, ríe.

La experiencia, asegura, fue “para repetir: descansamos, nos divertimos, todos hicimos lo que queríamos y reforzamos los vínculos y la convivencia; al menos yo lo sentí así. La última noche hicimos un fogón y nos dijimos: ‘vamos a volver’”, concluye.

 


 

Reforzar los vínculos

C.F.E.

“Muchas veces, las separaciones sirven para activarse. Muchas personas que se separan comienzan a entrenar, el curso aquel que hace tanto tenía ganas de hacer y venían postergando o incluso cambian de trabajo. Suele ser una reacción inicial luego de un impacto tan grande y a veces tan traumático. Con el tiempo, esa activación se acomoda a un ritmo normal y la vida continúa. Pero también dentro de ese gran universo que se reacomoda están los vínculos, los generales y los esenciales y dentro de estos últimos, si la persona que se separa tiene hijos, suele ser una gran oportunidad para reinventarlos”, explica el psicólogo y especialista en vínculos Sebastián Girona.

Algunos hombres se ven ‘obligados’ a acercarse a sus hijos de otra forma y a partir de esto se relacionan de otra manera. Porque pasan más tiempo juntos, porque ahora tienen que hacer la tarea con ellos los días que les toca, porque se van de vacaciones solos”. Así, argumenta el autor de Cada cual por su lado (Urano) “aumenta la exposición del vínculo y las horas compartidas en exclusiva y partir de esto aparece la oportunidad de conocerse mejor, algunos la aprovechan y a otros les cuesta más, si delegaron antes esa tarea a sus ex mujeres”. Como sea, agrega el especialista, “es una excelente oportunidad para repensar la relación y revalorizarla aunque dicho sea de paso, no es necesaria una separación para que eso suceda”.