En Argentina 27 de 100 estudiantes universitarios se gradúan. El dato se desprende de un estudio del Centro de Estudios Argentinos (CEA) de la Universidad de Belgrano, a partir de datos del Ministerio de Educación de la Nación actualizados al 2010. El paso de la escuela secundaria a la universidad, y la extensión de las carreras son algunos de los puntos que los expertos señalan como centrales a la hora de analizar el bajo porcentaje de graduados en comparación con países de la región como Chile o Brasil.
“El régimen de ingreso en la universidad en todo el mundo es con exámenes generales de graduación secundaria. En América latina lo tienen Cuba, Ecuador, Brasil, Chile. Argentina no”, dice Alieto Guadagni, director del CEA. Sin embargo, en los últimos diez años, el crecimiento de la matrícula y del porcentaje de graduados en el país crece sostenidamente.
En las universidades estatales -donde se concentra la mayor población universitaria- se aplican políticas académicas como la modificación de los planes de estudios, el aumento de becas y las tutorías; que permiten incrementar el número de graduados, y, en muchos casos, superar el promedio nacional. Tal es el caso, por ejemplo, de la Universidad de Quilmes, donde se gradúa el 45% de los estudiantes, según el informe. “Tenemos una política activa de becas posibilitada con fondos propios y aportes del Gobierno Nacional”, explica Daniel Carceglia, Director del Programa de Graduados, y agrega que también desarrollan programas de extensión e investigación, donde los estudiantes realizan acciones de vinculación con la comunidad, como programas de alfabetización o voluntariado universitario, que les permite “darle significación social a lo que estudian”.
En la Universidad de General Sarmiento (39%) crearon una escuela infantil para que estudiantes que son madres o padres no interrumpan sus estudios, una política muy celebrada. Además, en los últimos tres años, se modificaron los planes de estudios de todas las carreras, con contenidos más específicos desde el comienzo: “Al principio se planteó ofrecer una formación básica organizada por grandes áreas disciplinares, la idea era interesante pero el retraso de los estudiantes con lo que les es específico de la formación era importante. Dentro de un año empezaremos a ver los resultados”, cuenta Gabriela Diker, Secretaria Académica.
La Universidad de Córdoba (39%) implementó hace dos años un programa de voluntariado donde estudiantes avanzados apoyan a los ingresantes, lo que hace menos brusco el paso de un nivel a otro cuando preparan el curso de nivelación para ingresar a cualquier carrera, según explica Ana Alderete, Secretaria Académica.
Otro factor a tener en cuenta es que muchos de los que asisten a las universidades estatales son los primeros universitarios de sus familias, por lo que el acompañamiento debe ser intenso. En la Universidad Nacional de La Matanza (37%) trabajan con los chicos que están terminando el secundario, conscientes de la distancia que hay entre un nivel y otro, para incentivarlos a que rindan el curso de ingreso de dos meses mientras terminan la escuela media. Además, los dos mejores promedios de las escuelas de la zona pueden ingresar a la carrera directamente: “Intentamos acortar esa distancia a través de esta metodología. El cambio de nivel de educación a muchos les produce un estrés y una dificultad grande”, dice Daniel Martínez, rector de la universidad. Una vez que ingresaron también pueden someterse a test vocacionales y pedir asistencia pedagógica.
Por último, en la Universidad de Lomas (34%), la preocupación por amortiguar el impacto se articula con cada área académica: “Se pone énfasis en matemática, contabilidad, física, biología o química y se dan clases para efectuar una revisión de temas. Y hay encuentros destinados a abordar diversas técnicas de estudios y talleres de lectura, redacción y comprensión de textos con el material de estudio que utilizarán”, dice la Secretaria Académica, María Fernanda Vázquez