Cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso en homenaje a un beso de 46 horas, 24 minutos y 9 segundos que se dieron Ekkachai y Laksana Tiranarat una pareja de la ciudad de Bangkok, el 14 de febrero del año 2011, cuando se inauguró en Tailandia una modalidad, al menos original, de festejar San Valentín: un certamen de besos que premia la resistencia.
Ese record del año 2011 fue superado el año siguiente cuando, en el mismo certamen tailandés, dos jóvenes hombres se besaron ininterrumpidamente durante 50 horas, 25 minutos y 1 segundo.
¿Pegados con La Gotita? ¡No! Sólo querían ganar € 2.500, dos anillos de diamantes (€ 4.500) y un paquete para ir de vacaciones.
¿Hay amores que matan? Tal vez, pero en el caso tailandés, como mínimo resultan agotadores: más de dos días sin comer ni beber, en los que lo único permitido era sentarse, si los besadores lo requerían indicándolo con gestos, ya que separar sus labios los hubiera descalificado de la competencia.
¿Pasión sin límites? Claro que no, ya que el experimento tailandés, que ya se replica cada año, dejó en claro que besarse, además de significar muchas cosas, también podría ser un premio a la resistencia física.
Beso, más y más
O un gran incentivo económico. De hecho, la pareja ganadora del 2011 volvió a superar todos los records en 2013, cuando se besó nuevamente sin pausa y sin límites durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. Un amor –¿o un esfuerzo?- que mereció un lugar en el libro Guinness de los Records mundiales.
Somporn Naksuetrong, organizador del certamen tailandés, asegura que su intención, lejos de ser comercial, busca “fortalecer las relaciones humanas y celebrar valores como el amor y la familia”, dijo mezclando un poco los tantos.
Besarse, ante todo
Hay muchas teorías que intentan explicar cuándo, cómo y porqué nació el beso. Algunos creen que se originó en la lactancia incluso en los arcaicos tiempos de los homínidos, cuando las familias alimentaban a sus crías pasándoles alimento a través de la boca.
El registro actual más antiguo del beso proviene de Oriente. En las paredes de los templos de Khajuraho, en India, los arqueólogos encontraron imágenes de besos esculpidas en piedras que datan del año 2500 a. C. Y a este dato deberíamos sumar el Kamasutra, libro sagrado de Vatsyayana que describe el caracter naturalmente divino del sexo, en el siglo III después de Cristo.
Hace más de 4.000 años, en el los antiguos pueblos semitas, el beso era un saludo habitual entre iguales: en la mejilla para la amistad, en la mano para expresar sometimiento, y en la boca para expresar devoción.
El beso en los días de la Grecia clásica
En la Antigua Grecia, nadie se besaba en la boca. Un poema de Teócrito del siglo IV a.C., permite pensar que el beso a la griega consistía en besar la cabeza, mientras se tomaban con las manos las mejillas del otro: "“Ya no quiero a Alcipe: le llevé una paloma y no me tomó las orejas al besarme”, se quejaba el poeta. Algunas líneas de la Ilíada y la Odisea permiten pensar que besar los ojos y a veces las manos también eran una variante aceptada del beso.
Después de conquistar todo el Imperio Persa (330 a. C.), Alejandro Magno llegó hasta los valles del Indo y del Ganges y de ese primer contacto con el Lejano Oriente trajo maravillas desconocidas en Occidente, como por ejemplo, el beso.
El beso en cada cultura
Además de que acerca –o tal vez aleje- a las personas, al beso se le otorgan poderes sorprendentes que superan el estadio erótico: desde una práctica más eficaz que el baile para quemar calorías hasta un “tónico” indispensable para fortalecer el sistema inmunológico, parece que el beso prolonga la vida.
El beso es la droga natural más sana que existe, ya que su práctica incrementa la secreción de oxitocina, la hormona responsable de generar cambios físicos y neurológicos vinculados al placer, el enamoramiento y el afecto
Pero el beso no significó lo mismo en cada cultura ni en cada época. En el antiguo imperio persa sobre el que se aventuró Alejandro Magno ya existía y se practicaba el beso, aunque el macedonio lo hubiera ignorado. Los hombres persas poderosos se besaban en la boca para sellar un pacto, manifestar su unión e incluso convalidar su mismo status social.
Beso y traición
Por culpa de Judas Iscariote, la Biblia, el libro sagrado de los católicos, convirtió al beso en un gesto de traición. Entre los celtas, en cambio, era un compromiso: si un hombre besaba a una mujer en público, asumía tácitamente que se casaría con ella; y si no lo hacía lo obligaban a hacerlo, para enmendar “esa marca”.
Muy por el contrario, los franceses que aún hoy se saludan repartiendo generosamente tres besos en ambas mejillas -incluso entre hombres-, besar a una mujer no significaba nada especial; una práctica de la que hicieron uso y abuso nobles y cortesanos de todas las generaciones.
Beso victoriano y correligionario
La Revolución Industrial (1760-1840) británica difundió el beso entre los pares, pero la llegada de la Reina Victoria al trono del Reino Unido la relegó a una práctica de la intimidad, censurable si se colaba en la vida pública de la sociedad.
Sin duda remite a la práctica persa, el fervoroso beso comunista que se dispensaron los líderes Erich Honecker, de Alemania Oriental, y Leónidas Breznev, de la Unión Soviética, en junio de 1979 cuando quisieron sellar con un simbólico beso los 30 años de la República Democrática Alemana.
Pero que las culturas cambian y las prácticas también lo demuestra el sencillo hecho de que, por ejemplo, el beso entre personas del mismo sexo no está bien visto en la Rusia de hoy.
Así que en materia de besos siempre podrá haber novedades. Lo importante, es que nunca falten.
fl