— En relación con la última dictadura, ¿todos somos culpables o todos tenemos alguna responsabilidad?
—De ninguna manera somos todos culpables. Si fuéramos todos culpables, no habría nada recuperable. Hay una diferencia entre culpa y responsabilidad. La culpa es un concepto moral; la responsabilidad es un concepto jurídico. Se puede ser culpable sin ser responsable. Los sobrevivientes se sienten culpables y no son responsables. En general, los más honestos sienten más culpa que los peores. Pero si uno usa el concepto de culpabilidad en el sentido jurídico, es absurdo pensar que los argentinos somos todos culpables cuando hemos salido pauperizados y donde sabemos que hay gente que se ha hecho inmensamente rica. Y tampoco somos todos responsables, no sólo por todos los que se opusieron silenciosa o abiertamente, sino porque hubo una inmensa masa de gente que protegió a otros, que denunció robos de niños y que atravesó el miedo para cuidar objetos de otros. Además, la idea de culpa colectiva diluye la responsabilidad. Si todos somos culpables, no hay responsables.
—¿Qué huellas dejó esa época?
—Coaguló algunos aspectos y desarrolló otros. Una de las cosas que coaguló es dar vuelta la cara frente al sufrimiento del otro. El otro es un peligro, no es un semejante sino un portador de gérmenes. Esto es lo más grave que dejó la dictadura, la desconstrucción de la noción de semejante. Y la terminaron de culminar los 90, cuando el degradamiento del neoliberalismo llevó a que el otro se convirtiera en un medio o en un fin para la acción y no en otro humano. Se desplegó como nunca la indiferencia, y la indiferencia es la forma extrema de la crueldad.
—¿La desaparición del testigo Julio López recrea viejos miedos, evocando de algún modo aquella idea de “mejor no te metas”?
—No, creo que lo que se recrea es algo peor. Lo que se recrea es que le pasó a él porque fue testigo. Lo que se recrea nuevamente es la idea de que nos podemos salvar si no nos metemos. Lo que se recrea es la idea de que existen víctimas inocentes y víctimas culpables. Y además se recrea como si fuera un fragmento del pasado y no del presente. Hay dos cosas que me preocupan: una es que hay una gran parte de la sociedad argentina que ni siquiera comenta este tema y no forma parte de su vida cotidiana, con lo cual no lo lee como un síntoma grave, lo lee como un remanente del pasado. El fue testigo, por eso le pasó, en caso de que le haya pasado. Eso es más grave. Dudar de que las víctimas sean víctimas es gravísimo.