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El regreso del Western y ese salvaje oeste como metáfora del presente

En estos tiempos de auge de la corrección política, florece una nueva camada de productores de películas de Western, el reverenciado género que interpretó de distintas maneras la conquista del oeste norteamericano, esta vez para interpelar con creativas metáforas algunos dilemas actuales de la sociedad estadounidense.

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El regreso del Western | CEDOC

Hay una vieja y sana costumbre en el mundo del cine y el arte audiovisual a la hora de llevar adelante un proyecto con el riesgo más bajo posible. Esa actitud se conoce como “run for cover”. Suele adjudicarse a Hitchcock esta filosofía que mantuvo férreamente a lo largo de su vasta carrera. El director la aplicaba para realizar un proyecto no demasiado jugado luego de un fracaso anterior o de falta de ideas satisfactorias. 

En general ese salvavidas venía de la mano del género clásico. Un ajustado thriller fue siempre su apuesta segura. 
El gran John Ford aplicó esa teoría de la misma manera: cuando los estudios empezaban a cuestionar algo, cuando su habitual mal humor aumentaba a límites insoportables, el sabio realizador iba a lo que más le gustaba, apasionaba y sabía contar: el buen western. 

Género fundacional en la historia del cine que ya instaló su marca en 1903 con “El Gran Robo al Tren” de Edwin Porter bajo la tutela del ambicioso Edison, esa película de solo 12 minutos (hoy accesible en casi cualquier plataforma de visualización de contenido como YouTube o DailyMotion) abrió un abanico de historias ligadas a la conquista y, por supuesto, a la historia misma del surgimiento del American Way of Life. 

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El western pasó por diferentes momentos y etapas en su expansión cómo género dilecto del lenguaje audiovisual. Fue central en las décadas del cuarenta y cincuenta como eje del cine clásico americano, tuvo un ciclo revisionista en los sesenta; en esa misma década fue clave en la consolidación de la TV como entretenimiento masivo y, luego de entrar en cierto ostracismo, tuvo un resurgimiento con línea autoral en los setenta y noventa. 

Género fundacional del cine, el western instaló su marca ya en el 1903

Por estos días vuelve a ser central en el marco de la amplia oferta de las plataformas y cosecha un éxito renovado. “Yellowstone”, una serie que volvió a poner a ese inmenso actor que es Kevin Costner en el púlpito de las grandes estrellas, transita su cuarta temporada y se transformó en una de las series más vistas en Estados Unidos. 

En la segunda parte del año se estrenará el quinto arco argumental. La producción se ubica dentro de las historias de familias terratenientes, herederas de tierras de generaciones pasadas que las conquistaron previamente. 
Costner es John Dutton, la cabeza del rancho más extenso de Estados Unidos. Un western de casta familiar, a lo “Bonanza” (salvando las distancias narrativas), que plantea en tiempo presente cómo se resuelven conflictos ligados a los desarrollos inmobiliarios, cuestiones del estado en términos territoriales; todo en el marco de un desarrollo pronunciado de personajes ricos con diferentes matices. Parte de la crítica en Estados Unidos la ha comparado con Los Soprano, pero en narrativa western. 

Un género que refleja un momento histórico. Es tal el éxito de “Yellowstone “ que ya cuenta con dos series que se desprenden de su universo narrativo: “1883”, con una temporada, y “1923”, a estrenarse a fin de año. Las dos operan como precuelas de la historia familiar. 

El relato en “1883” es la conquista, los pioneros y el objetivo de conseguir los acres a explotar sobre el final del siglo XIX. Un espacio sin ley. Protagonizada por el eterno cowboy Sam Elliott. Por su parte, “1923” ahondará en las secuelas de la Primera Guerra Mundial y toda la década de la prohibición y el negocio de la mafia. Estarán Helen Mirren y Harrison Ford al frente. 

Los nombres de las figuras también otorgan una idea de la envergadura de los proyectos. Las tres series pertenecen al catálogo de Paramount+ y son producciones originales del estudio.

Para tratar de entender un poco el fenómeno de la vuelta al éxito de este género clásico, hay distintas variables. 
Una es el nombre de Taylor Sheridan, guionista de esta épica familiar que ya transitó el western con dos exponentes soberbios: las películas “Hell or Highwater” y “Wind River” (esta última como guionista y director). Dos películas del presente que usan el western como excusa para contar un relato de intriga pero, también, hacer una lectura del presente socio cultural y de esa “América profunda”.

En momentos en que la cultura woke impregna desde su exacerbación de corrección política los relatos en todas direcciones y condiciona contenidos, el western es el refugio narrativo para contar cosas. Cosas que pasan y que merecen ser (re)leídas y relatadas.

Un refugio que queda lejos de las certezas del pensamiento políticamente correcto

Otro buen ejemplo del género en proyectos recientes es “Outer Range”, producción de Amazon Prime Video. Protagonizado por Josh Brolin se encuentra enmarcado en un perfil más revisionista del western. Con un costado sobrenatural que atraviesa el relato, es una apuesta bastante rupturista sobre la narrativa clásica que ofrece el género. 

Frente a esta suerte de revival, el showrunner Brian Watkins comentó a la publicación Variety: “Me pregunto si esto está hablando de nuestro malestar actual. Nos sentimos atrapados, sentimos que queremos llegar a un plano más alto, o al menos imaginar un futuro que sea diferente al lugar actual en el que vivimos. Así, el western es una narrativa emblemática real de cómo y qué hacemos con nuestros sueños... así que me encanta que haya una investigación de los rincones y grietas en este momento. Es un buen momento para escribir sobre vaqueros y tiroteos”. 

En la década del ‘70, y con la irrupción del western crepuscular y revisionista de Sergio Leone, aparecieron historias que plantearon las contradicciones de la conquista. 

En “El Fugitivo Josey Wales”, Clint Eastwood se permite atravesar las consecuencias nefastas de la Guerra Civil con un relato de integración racial que aún hoy sería percibido como de avanzada. En el inicio de los noventa redobla su apuesta con su obra maestra “Los Imperdonables” desde la cual, directamente, cuestiona el duelo y asesinato como idea de resolución de conflictos. 

En 1962, John Ford estrenó “The Man Who Shot Liberty Valance” (conocida en Argentina como “Un Tiro en la Noche”). Su historia puede ser tomada, perfectamente, como una tesis acerca del origen de Estados Unidos y la lógica ligada a la portación de armas que abraza su presente político cultural. 

También hay exponentes que cuestionan algunos pilares temáticos de la estructura del género. 

“Secreto en la montaña” (“Brokeback Mountain”) y la más reciente, “El Poder del Perro” (Netflix), ponen en discusión el perfil patriarcal de los relatos clásicos y se adentran en ampliar y profundizar la variable de la sexualidad de los protagonistas desde sus historias. 

Es probable que el western sea hoy esa plataforma segura (“run for cover”, por supuesto) para relatar la dialéctica del presente. En un momento de discursos enfrentados esas historias de anhelos y proyectos, de construcción de un estado con sus contradicciones e impurezas, atraen a audiencias que buscan un refugio lejos de las certezas del pensamiento correcto.

Publicado originalmente en El Economista