Un viejo debate que cíclicamente vuelve y se renueva cada vez que se pone en discusión el rendimiento académico del sistema de educación superior es el de si el establecimiento de cupos o ingresos eliminatorios en las universidades mejora el sistema. Como siempre, una buena pregunta nos obliga a reflexionar sobre las premisas que la sustentan: ¿qué es un método de selección?
Criterios de selección. Las sociedades utilizan criterios para clasificar y organizar a sus individuos. Estos criterios pueden abarcar una cantidad de datos, como edad, raza, riqueza, inteligencia y sus múltiples formas de combinación. Asimismo, este uso explícito de los criterios de selección u organización puede ser social no legal, como las castas indias, o regulatorio, como los establecidos a efectos de habilitar derechos y obligaciones: la mayoría de edad.
Otra característica en relación con estos criterios de organización es que cada vez que se establece un sistema, aquellos que acceden a la estructura de poder tienden a buscar la repetición de la serie para consolidar la posición alcanzada.
Podemos afirmar, entonces, que una de las formas de clasificación de los individuos es el establecimiento de cupos o ingresos eliminatorios a las universidades persiguiendo la exclusión del sistema de aquellos aspirantes que no logren superar los tests de admisión que fueron realizados.
Y aquí es donde nos queremos detener. En primer lugar, porque estamos convencidos de que examinar conocimientos es la base de todo el sistema de educación y, en consecuencia, establecer el alcance de los conocimientos de quienes participan en él no está en debate y, en segundo lugar, porque creemos que lo que sí constituye un desafío es debatir qué evaluamos y qué hacemos con los resultados de esa evaluación.
Durante décadas, en nuestro país no hubo dudas respecto de que el egreso del sistema medio habilitaba para la actividad universitaria; sin embargo, hoy nos encontramos ante un sistema educativo que presenta una mayor complejidad y tanto el ingreso como la continuidad y la finalización de los estudios de educación superior se han convertido en un problema multidimensional.
Si seguimos la premisa fundada en que el ingreso restrictivo mejora los índices de graduación y de allí se deriva que ésa es una solución al problema del rendimiento académico, podemos mandar a todos aquellos que no aprueban los exámenes o tests a la casa.
Responsabilidades. ¿Es esa realmente una respuesta? Quienes participamos con empeño y voluntad en la construcción de la educación sabemos que la opción es hacernos cargo de las dificultades de aquellos que en una instancia preliminar no aprueban y que es necesario trabajar para que puedan avanzar en sus estudios. En este sentido, las universidades públicas argentinas desarrollan programas de ingreso, permanencia y egreso como estrategia para dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan desarrollar su tarea.
La evaluación permanente es indispensable para correlacionar la cultura del esfuerzo de estudiar y los saberes con la actividad universitaria y es una de las principales herramientas para mejorar sin caer en actitudes expulsivas ni en la demagógica ausencia de evaluación.
¿Cuál es nuestra situación hoy? En Argentina, la concentración de la matrícula universitaria es un reflejo de la concentración poblacional: existe una gran concentración de matrícula en muy pocas disciplinas. Si consideramos el sistema total de estudiantes universitarios en Universidades Estatales, vemos que en diez universidades públicas se encuentra 68% de los estudiantes del sistema.
Si además discriminamos las disciplinas en las que existe mayor cantidad de estudiantes, las carreras que se agrupan en las áreas de ciencias sociales y ciencias humanas representan el 58 % las carreras de ciencias aplicadas el 24% de la población estudiantil, el 13 % las carreras de Salud y el 3 % las de ciencias básicas (el 2% restante corresponde a carreras sin una disciplina particular).
Volvamos a una de las premisas más repetidas: el sistema de selección de ingreso mejora los índices de graduación.
Caso Brasil. Analizando las experiencias podemos afirmar que esta presunción es una verdad a medias. Consideremos las estadísticas de Brasil, por ejemplo, en donde existe un sistema de selección de ingreso. En el año 2013 se graduaban el 36% de los estudiantes que ingresan a la universidad. Sin embargo, si se analiza este dato en relación a la totalidad de los aspirantes a estudiar una carrera universitaria y no sólo teniendo en cuenta a aquellos que sortearon el sistema de ingreso, las estadísticas dan resultados muy diferentes. Según datos del INEP (Instituto Nacional de Estudos e Pesquisas) se inscribieron en el examen Vestibular y otras pruebas 7.322.964 aspirantes e ingresaron 2.749.806, es decir 4.573.158 estudiantes quedaron excluidos del sistema de educación superior. Se contabilizaron 994.812 graduados por lo que el 36 % de graduación es considerando sobre los ingresantes efectivos, si por el contrario, fueran considerados la totalidad de los inscriptos, el resultado sería del orden del 14%.
Con estas estadísticas, nos toca preguntarnos sobre la situación socioeconómica de quienes quedaron fuera del sistema. Según el informe publicado por el Centro Interuniversitario de Desarrollo 2010 (Cinda), vemos que en el Indice 20/20 que mide la desigualdad de participación en la Educación Superior entre los quintiles V y I de pobreza, que en Brasil las personas del quintil de ingreso más rico tienen 19,7 más de posibilidades que los pertenecientes al quintil más pobre. En Argentina, esta diferencia es de 3,2 veces.
En conclusión, bienvenido el debate siempre que acordemos que lo que realmente importa es indagar los tipos de evaluación y las políticas de ingreso en referencia a los objetivos finales del sistema: una universidad pública que asuma el desafío de convertir el crecimiento en desarrollo.
Es en este marco que debemos discutir las políticas de ingreso, priorizando tanto el mérito como la equidad y sin perder de vista que lo que en rigor estamos debatiendo es quiénes deben participar de los estudios universitarios y quiénes no.
Por nuestra parte, estamos convencidos de que en nuestro país dotar de educación superior a todo aquel que egresa del nivel secundario está dentro de las posibilidades del sistema y debe ser nuestra máxima aspiración.
*Rector de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba).