COLUMNISTAS
expectativas

El mundo y el universo

Llego a Bogotá para asistir a un congreso. Nunca había estado en la ciudad y lo primero que sufro es su inclemencia climática: llueve casi todo el tiempo, hace frío y la altura me provoca “soroche”.

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

Llego a Bogotá para asistir a un congreso. Nunca había estado en la ciudad y lo primero que sufro es su inclemencia climática: llueve casi todo el tiempo, hace frío y la altura me provoca “soroche”. Hay que andar con calma. Al congreso asisten personas de todo el mundo, la mayoría de América Latina y Estados Unidos, pero también de Europa. Argentinos habrá muchos, que viven por todas partes. Va a ser como un reencuentro de amistades (más de la mitad de los participantes están en mi lista de contactos) pero también un cotejo de perspectivas sobre el propio mundillo, desde diferentes perspectivas.

Cuando digo “mundillo” quiero decir algo bien específico, en la línea del zoólogo Jakob von Uexküll (contemporáneo de la mecánica cuántica y de las vanguardias), quien, en contra de la ciencia clásica que veía un único mundo que comprendía dentro de sí a todas las especies vivientes jerárquicamente ordenadas, desde las formas más elementales hasta los organismos superiores, propuso una infinita variedad de mundos perceptivos, mundillos, todos igualmente perfectos y conectados entre sí como en una gigantesca partitura musical.

Cada mundillo tiene su propia temporalidad (por lo general contraída o dilatada: en todo caso, diferente del tiempo lineal de Hegel y de la ciencia burguesa) y sus propios principios de relación entre lo viviente y el entorno. Cada mundillo es un espacio de encuentro y coexistencia, la soldadura entre el punto de vista, el campo óptico y el contorno, un diagrama respecto del cual se coloca un viviente específico: el argentino, el venezolano, la chilena, les latinoamericanes.

Apenas llego, me siento a tomar un café con el organizador general del encuentro, Jeffrey. Hablamos de bueyes perdidos, de amigos en común, de perspectivas críticas sobre la literaturra latinoamericana (así, con dos erres), de nuestros ambientes laborales y de nuestras esperanzas; en suma, de nuestros mundillos.

Jeffrey va llevando la conversación a un destino preciso. Me habla del Mundial de Fútbol, para saber qué expectativas tengo sobre la selección argentina: por supuesto que ninguna, porque el fútbol me interesa más bien poco. “Pero han sido campeones dos veces”, me dice. Sí, claro. “Y tenemos Messi, papa argentino, reina Máxima y Borges, por cierto. Nada de lo cual significa demasiado a la hora de evaluar nuestras imposibilidades”. “Hay algo que a ustedes les falta”, me dice Jeffrey. Y agrega, para mi incredulidad: “Miss Universo. En Venezuela tenemos muchas. Y muchas Miss Mundo”. Su percepción de mi mundillo no es exacta pero, en todo caso, corresponde subrayar lo diferente que es de la mía. La suya supone un mundillo entero, propio, exterior al mío.