Mabel Rojas es la única mujer que integra la cúpula de la Policía de Buenos Aires. Con más de 31 años de trayectoria en la fuerza, está al frente de la Superintendencia de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad bonaerense. De ella dependen las 128 comisarías de la mujer y la familia, y las 34 oficinas de atención a víctimas de violencia de género en la Provincia.
Rojas entró como cadete en el año 1986. Fue una de las 17 mujeres que ese año ingresaron en la escuela Juan Vucetich junto a más de 700 hombres. "No era común que la mujer eligiera esta carrera, este trabajo. Fueron años muy difíciles porque la visión hacia el trabajo de la mujer era otro. Y también la visión de la mujer hacia la mujer en la sociedad era otra. La sociedad, por suerte, ha cambiado, ha tenido transformaciones que han sido beneficiosas para nuestro futuro laboral", cuenta Rojas a PERFIL.
Con el tiempo la situación en la Bonaerense fue cambiando. No sólo creció meteóricamente la cantidad de cadetas sino que las mujeres comenzaron a ganar terreno en los cargos más importantes. Hasta el año 2007, y por una disposición de la Ley de Personal de la fuerza, las mujeres no podían llegar a las máximas jerarquías. Ser comisario inspector, mayor o general era una cuestión de género a la que solo accedían los hombres. Para ellas todo era más difícil. Para obtener un ascenso, por ejemplo, necesitaban más años de servicio que el personal masculino.
"El porcentaje de mujeres fue creciendo", explica. "En los últimos años aumentó mucho la cantidad de inscriptos. Es más, llegó un momento en el que hubo una desigualdad, porque había más demanda de las mujeres que de hombres. Y esto tiene que ver un poco con las realidades sociales, de buscar un horizonte laboral y de poder decidir, las mujeres, que podemos hacer trabajos que antes estaban vedados”.
La comisario general -la jerarquía más alta a la que puede aspirar un policía- no viene de una familia de policías. De hecho sus padres querían que fuera maestra jardinera. A ellos les costó aceptar la decisión de que su hija formara parte de una fuerza de seguridad. "Fue una elección propia porque no tenía ningún incentivo. No tenía amigos ni parientes dentro de la institución. Por supuesto que mi familia no estaba de acuerdo con mi decisión, pero me dejaron tomar este camino", cuenta Rojas.
En su oficina del Ministerio de Seguridad, la jefa de políticas de género tiene una imagen de la Virgen de Luján, una muñeca y hasta un portaretrato con la foto de Marilyn Monroe, todo un ícono femenino.
Rojas entiende que no existen diferencias entre los hombres y que ellas pueden desarrollar las mismas funciones. "Tal vez nos diferenciamos en cuanto a la imagen o la impronta, pero una mujer policía puede llevar a cabo todo tipo de tareas dentro de nuestro trabajo de policía", asegura a este diario.
Sin embargo, la comisario general es la única mujer entre los 23 policías que forman parte de la conducción (incluido el jefe, Fabián Perroni). "Soy una excepción", responde. "La verdad es que todavía somos pocas las que cumplimos cargos de gestión alta -reconoce a PERFIL-. En mi superintendencia tengo personal femenino jerarquizado con comisarias inspectores, comisarias mayores y subcomisarios, que después pueden llegar a los cargos más altos de nuestra carrera".
En cuanto a la temática de género, revela que atienden cada vez más casos que antes. "Se denuncian muchos más, pero no es que nunca existieron. Hoy en dia las mujeres se animan a denunciar más, se animan a contar su problema. Antes lo que era violencia de género estaba escondido y pertenecía a cada familia. Hoy en día no es así. Se ven muchos casos de abuso sexual, con víctimas jóvenes y adolescentes", explica Rojas.
— ¿Qué le diría a una mujer que sufre violencia? ¿Qué concurra a la comisaria?
−Sí, porque algo van a encontrar. La comisaría de la mujer tiene los instrumentos para buscar la solución, hay abogados, psicólogos y asistentes sociales que trabajan con el personal, y esa es otra herramienta más para la búsqueda de una solución.