Los océanos -y sobre todo el fondo oceánico- son otra superficie por explorar y explotar. Parece que estudiarlo –y dominarlo- es más fácil que volver a caminar en la Luna o inventar de la nada una ciudad en el planeta Marte.
Las grandes potencias europeas y las empresas que financian exploraciones submarinas saben que el fondo del mar guarda un tesoro que, tal vez, haría innecesaria la fantasía de hacer explotar asteroides para obtener los metales y minerales que comienzan a ser escasos sobre la Tierra. Si lo logran, podrían prescindir de China, un gran proveedor para el resto del mundo.
La carrera oceánica está en marcha. Unos 30 países tienen ya programas de exploración presentados sobre el escritorio de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y esperan que se aprueben sus solicitudes de explotación submarina.
Dentro de sus propias zonas económicas exclusivas (ZEE), los países tienen libertad para explorar y/o explotar “sus” mares. En altamar, en cambio, más allá de las 200 millas náuticas de sus costas, comienzan las aguas internacionales y sólo la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos puede decidir.
La ONU declaró los fondos marinos Patrimonio Común de la Humanidad, pero la codicia hace lobby.
30 países y el fondo oceánico
Desde 1915, los mapas que nos han resultado más familiares son los que señalaban cuatro océanos: el Atlántico, el Pacífico, el Índico, el Ártico y el Austral. Esos fueron, hasta junio del año pasado, todos los océanos del mundo. Hasta que National Geographic legitimó el controvertido Océano Austral y lo incluyó en su cartografía oficial, la que parece regir el mundo o, al menos, la más prestigiosa.
Sin embargo, no es exactamente así. La Organización Hidrográfica International sigue sosteniendo el criterio de que hay un único océano en la Tierra y es global.
¿Entonces por qué se habla de los océanos como entidades separadas?
Porque la historia de las civilizaciones no fue en realidad la epopeya de adueñarse de tierras sino de dominar los mares. Por caso, el Mediterráneo que, durante siglos y aún hoy, es la “tierra del medio”, el centro del mundo. Controlar el Mediterráneo era tener poder.
Una vez desembarcados, los conquistadores poblaban las costas, no el territorio interior, al menos en los albores de su expansión. Tener salida al mar era vital.
Entonces, las divisiones oceánicas son geopolíticas. Como la de los continentes. África es un solo continente pero si España, Portugal y Francia hubieran triunfado en su conquista del norte africano, sería otra la cartografía europea.
Las diferencias culturales también recortaron océanos y continentes en el globo terráqueo.
Islandia, por ejemplo, está geográficamente sobre la cordillera Mesoatlántica y más cerca de Estados Unidos que de Europa, pero siempre “próxima” a la cultura de los territorios noreuropeos y escandinavos.
O el caso de Rusia, un país transcontinental: pertenece a dos continentes -Europa y Asia- que no están separados por océanos. El 77 % de Rusia está en Asia, pero la invasión a Ucrania desató una guerra en Europa y no en Asia.
Océanos: viaje a fondo
En cualquier océano del mundo, a 200 metros de profundidad ya no llega la luz. A 1.000 metros, reina la oscuridad absoluta, el agua es helada (menos de 0º C) y la presión es entre cien y mil veces mayor que en la superficie.
Sin embargo, para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el océano es una inmensidad aún desconocida y sobre todo, superpoblada.
El CSIC contabilizó que hay 972.000 especies del reino animal que habitan el fondo oceánico. Sin embargo, “sólo” pudieron reconocer y clasificar 230 mil.
Nuestro desconocimiento de los animales marinos es tan vasto que pocos han oído hablar de La Fosa de las Marianas, el punto oceánico más profundo de la Tierra. Esta depresión con forma de medialuna, que con sus extremos imaginariamente uniría Japón con Papúa Nueva Guinea, mide 2550 kilómetros de largo por 69 kilómetros de ancho. Con todo, lo más interesante es su profundidad: por lo que se ha logrado medir hasta ahora, alcanza los 11.034 metros en punto denominado Abismo de Challenger.
Lo que pueda llegar a encontrarse en el lecho de esa negritud congelada es un enigma que se va desentrañando. En esas aguas del Pacífico noroccidental habita el Diablo marino, un pez pequeño y de cuerpo deforme, con dientes tan terribles que le permiten devorar animales mayores que él mismo.
Sólo para completar la panorámica submarina, recordemos al tiburón anguila de 300 dientes, un perfecto asesino; el fangtooth o pez colmillo; los picnogónidos, más parecidos a las arañas que a los peces; el Idiacanthus atlanticus alias pez dragón negro, que parece una serpiente peluda, de color azabache y ojos en globo, etc.
En esa geografía oceánica, además de fosas, hay montañas, cañones, volcanes y tantas riquezas como en la geografía terrestre. El día en que la sal se extinga, se podría recoger de los lagos de salmuera que los tapizan.
Éric Lesavre es vicepresidente de la empresa Advention, que acaba de publicar un estudio sobre las profundidades marinas. Lesavre no es biólogo marino sino experto en marketing, pero se empapó en el tema.
“Hemos podido caracterizar una serie de formas de vida muy diferentes de las que encontramos en la Tierra. No se trata de una vida basada en la fotosíntesis, sino en la quimiosíntesis, por ejemplo. Son cosas muy diferentes, de las que probablemente sólo conocemos menos del 1%", explicó Éric Lesavre a RFI.
Océanos para extraer riquezas y medicinas
“En los cúmulos de sulfuros, los nódulos polimetálicos o las costras de cobalto, hay inmensas reservas de metales y tierras raras. Estos minerales estratégicos son esenciales para la transición ecológica y digital que ha emprendido el planeta. Se utilizan en la fabricación de turbinas eólicas, autos eléctricos, drones y paneles solares", explica un estudio realizado por la Fundación del Mar.
El ex secretario general del Ministerio del Mar francés, Vincent Bouvier, explica a RFI que hoy en día los recursos minerales de los fondos marinos "son objeto de una gran competencia internacional. Algunos países se preocupan sobre todo por la explotación económica y otros, más prudentes, hacen hincapié en la protección y el conocimiento del ambiente".
Lo que está en juego es inmenso. "Hay potenciales muy importantes en términos de salud", afirma Vincent Bouvier.
Los científicos esperan encontrar los medicamentos del mañana: antibióticos, anticancerígenos, analgésicos, etc. Además, "el 90% de las patentes presentadas hoy en día sobre recursos genéticos marinos proceden de fuentes hidrotermales", señala un informe de Fondation de la Mer, organismo que trabaja con el Ministerio del Mar de Francia, y "el 52% están en manos de la empresa alemana BASF".
Océanos y catástrofe ambiental
Los científicos afirman que al menos el 30% del océano debe estar protegido para 2030 para evitar los peores efectos del cambio climático.
Según los científicos, la explotación de estos recursos minerales afectaría de forma irreversible a este frágil y complejo entorno que ha tardado tanto en desarrollarse. La contaminación generada por el ruido y las nubes de sedimentos repercutiría en la vida de las profundidades, y quizás incluso en las especies de aguas menos profundas que conocemos y de las que nos alimentamos. Otra posible consecuencia es la liberación del CO2 almacenado en el fondo del océano.
"La urgencia es proteger estas zonas antes de que sufran daños. Conocemos el estado de los arrecifes de coral y los manglares en la actualidad, y no debemos dejar que ocurra lo mismo con las profundidades marinas", dijo Sabine Roux de Bézieux, presidenta de la Fundación del Mar.
Océanos, países y continentes
Inevitablemente, hablar de los océanos y los derechos para explotarlos lleva también a preguntarse por las tierras que los rodean: ¿cuántos son los continentes y, sobre todo, a quiénes pertenecen?
Si los continentes se definen como “extensiones de tierra separadas por los océanos (Real Academia Española)”, habría cinco continentes, como grafican los cinco círculos del logotipo de los Juegos Olímpicos: América, Europa, Africa, Asia y Oceanía.
¿Y la Antártida? A la luz de esa definición también es un continente. Entonces son 6, no 5.
Sin embargo, hay otro problema: Europa y Asia no están separadas por océanos sino por los Montes Urales. Podríamos reformular el quinto continente como Eurasia, el que se extiende desde Islandia/Portugal hasta Japón.
Sin embargo, si los Montes Urales no dividen continentes, sería incorrecto afirmar que el Canal de Suez divide África de Asia, ya que tampoco es un océano. Además es artificial; antes de su construcción, sencillamente no existía.
¿Deberíamos formular un tal continente “Eurafrasia”? En él vive el 86,33 % de la población mundial sobre el 57% del territorio disponible en el planeta Tierra.
Entonces, los continenetes serían cuatro ….
Sin embargo, América, que consideramos un solo continente, está dividido en dos por el Canal de Panamá, que como el de Suez, fue construido ex profeso por las grandes potencias y que, a pesar de que no es un océano ni encaja en la definición que deslinda continentes, podría ser perdonado, como sucedió con el de Suez, que partió en dos Asia y Africa.
Siguiendo esa lógica de perdones y excepciones, los continentes serían, por el momento 7.
Tal vez pronto sean 8, si se decide darle categoría de continente a Zelandia, que la reclama hace tiempo ya que se habría desmembrado hace 60 millones de años del bloque integrado por Oceanía y Antártida. Zelandia es casi todo agua así que sería el primer continente 84% acuático.
Si lo logra, los continentes serán 8 y en ellos hay muchos países que harán valer sus derechos sobre el mar.