“Vivimos un momento muy difícil” dijo el académico Roberto Guareschi en la presentación de la charla Periodismo, redes y poder, con Beatriz Sarlo y Tomás Abraham como oradores y José Cretaz como moderador en el Salón Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.
Guareschi, que es codirector del Instituto de Investigación de la Academia junto a Miguel Wiñazki, aclaró que la complejidad del momento se debía “no solo a las circunstancias que vive el país. El periodismo vive una situación difícil”.
La propuesta del Instituto consistió en convocar a dos intelectuales que tienen una mirada contracíclica sobre la irrupción de las redes (y de Internet, en general) para hablar sobre el periodismo. Y tanto Beatriz Sarlo como Tomás Abraham, frente a una sala colmada, en la que había gente no solo en las butacas, sino también de pie y en las escaleras, plantearon un enfoque en el que la defensa de la palabra escrita, la edición responsable de los medios, el rol de la pregunta, y la construcción de la identidad de cada medio tiene aún un valor frente a la “matemática inexorable del algoritmo”, como dijo Beatriz Sarlo.
La presentación de Sarlo, que confesó no tener actividad en las redes sociales (“debo ser la única”) comenzó con un relato personal. Comparó la edición periodística (“el valor de la portada, la jerarquización de la información”), incluso de la identidad ideológica de un medio por sobre la dinámica del algoritmo.
Enfatizó también el problema que significa el hecho de que las redes sociales utilicen gratuitamente el contenido producido con los costos de los medios periodísticos. Dijo que sin la acción de los periodistas, de la información producida y sostenida económicamente por los medios, “las redes serían básicamente familiares y barriales”. Y concluyó que “sin periodismo no hay universalidad de la noticia”.
No existe la posmentira. Ambos expositores defendieron el periodismo como acto de escribir. Y escribir como una forma de organizar el pesamiento, las ideas y, también como una estética: usar la palabra como medio expresivo. Ante un público en el que había varios académicos como Hermenegildo Sabat, Daniel Muchnik, Jorge Fontevecchia y la flamante directora de la Biblioteca Nacional, Elsa Barber.
Abraham contó que tiene un blog y una participación relativamente frecuente (“hace tres años”) en Facebook. “Allí, lo que hago es básicamente es escribir. Hay casi 1300 artículos e, incluso, libros que ya están fuera de circulación”. Para él, se trata de una manera de ´”multiplicar” su trabajo.
El filósofo señaló algunos de los inconvenientes que trae aparejada la existencia de las redes: “gente que camina por la calle sonriendo al teléfono” o “los grupos de whatsapp”. Pero lo que a su juicio es más grave “genera que muchos filósofos se sientan con ganas de filosofar”. Para él, está implicado en el acto de aprender y de enseñar, la necesidad de “desconectarse”. “Aprender implica usar una tecnología antigua: la lectura”, agregó.
Para Abraham siempre es necesario poner a las tecnologías en una situación crítica. “Como filósofo aprendí que no existen las verdades. Existen las mentiras. Y se habla mucho de posverdad y no de posmentiras”.
PERFIL. Tanto Beatriz Sarlo como Tomás Abraham ponderaron su elección por escribir y publicar en PERFIL. “En otros medios -dijo Abraham- uno se encuentra con operaciones, y siempre para el mismo lado. Y el no permiso a que columnistas o economistas que no permanezcan a esa posición intervengan en allí. Salvo en PERFIL, donde hay posiciones encontradas”.
Sarlo elogió el rol de “defensor del lector y el rol de las cartas de los lectores”. Además, dijo que “es importante que los lectores conozcan el organigrama de las empresas”.
Dejar por escrito lo pensado. Leer. Reflexionar. Opinar: un rol que es aún más necesario en la era de las redes. Y que interpela al tercer elemento del título de la convocatoria del Instituto de Investigación de la Academia Nacional de Periodismo: el poder.
