—El 27 de marzo de 2020 en el medio de la pandemia con un Vaticano que estaba desolado, usted pronunció la “Estatio Orbis”, ¿hay una explicación teológica o filosófica de la pandemia, y a tres años de aquello qué balance le queda, de cómo la humanidad lo atravesó y sí salió de la pandemia?
—La pandemia siempre sucedió. Pensemos en la gripe española, por ejemplo, que no sé a cuántos se llevó a principios del siglo pasado, y ésta fue inesperada. Cuando estudiaba los virus de la familia corona, lo más que te producían era un resfrío. Se ve que han mutado y que han producido esto. Es curiosa la imagen dinámica de los virus. Esto no sé si es muy científico, pero lo que yo veo, por lo que me han contado algunos especialistas, cómo ahora se ha pescado cómo atacarlo al corona para defenderse, el virus mismo pierde virulencia, entonces no amenaza y no se lo ataca tanto. No sé si es verdad o no, pero es interesante. El problema biológico y de las pandemias es clave. Por ejemplo, las de la peste bubónica que venían por las ratas de los barcos de afuera. No había anticuerpos. O en las pestes que crean anticuerpos, ya sean naturales, ya sean artificiales, como la vacunas.
El Papa con Fontevecchia: líneas en la Iglesia
—Esos anticuerpos finalmente terminan siendo algo positivo porque desarrollan nuevas capacidades.
—Es evidente, a los chicos hoy día les dan la vacuna contra la tuberculosis, en mi época se daba contra la viruela, la polio.