Aunque las fotos hagan pensar en un desfile nocturno de antorchas en una pista de esquí alpino, nada más lejos de la verdad. Los agricultores borgoñeses intentan proteger sus vides de las insólitas heladas de primavera en la Bourgogne.
En efecto, tras los desusados calores de marzo, la primavera llegó a Francia, pero no se siente mucho en la región de Borgoña. Por eso, de noche, los viticultores de 1247 plantaciones encienden braseros o hacen arder en llamas cuantiosos fardos de paja para rodear de calor sus viñedos y salvarlos de las heladas que arruinarían sus cosechas.
Allí, al abrigo de las llamas o también el calor de las velas, el Pinot Noir, el Chardonnay, el Chablis y el Beaujolais tendrán posibilidades de sobrevivir.
Tal fue el paisaje de los dos últimos días, en donde las noches hacen tiritar con temperaturas de -5ª C e incluso caen nevadas en algunos campos de Chablis, Côte d'Or o Pouilly-Fum.
En algunos campos que albergan la denominación Chablis se vieron también velas encendidas entre los viñedos para sumar unos grados más, mientras regaban algunas cepas para crear una película protectora contra el hielo. Todo era válido para proteger los brotes que, en unos meses, serán la joya de la cosecha 2021.
Sin embargo, si el descenso térmico es muy abrupto, no habrá esperanza porque los brotes se congelarán de todos modos.
Borgoña, en el centro de Francia, lleva varios días con temperaturas de -5º C en primavera
Además, estas iniciativas son bastante costosas. Poner en marcha el sistema de velas –que es menos agresivo para las plantas- es muy caro: cada vela cuesta 9 euros y se precisan 400 velas para abastecer cada hectárea sembrada. Los viticultores tienen muchas veces que elegir qué parcelas salvar y cuáles sacrificar.
La radio local Vibration realizó varias entrevistas a los pobladores y en una de ellas, el viticultor Frédéric Gueguen contó que sólo pudo proteger una hectárea de las 26 de su finca. Su cosecha se reduce casi a la nada, pero todavía tiene alguna esperanza con los contra-brotes que saldrán en las próximas semanas. "Esta segunda generación de brotes es menos fructífera, pero sigue siéndolo, así que podemos esperar una media cosecha si todo va bien", dijo al aire, según reporta RFI.
Situaciones similares se vivieron en 1991, 2003 y 2016, pero esta recurrencia ya preocupa a los viticultores, Gueguen, atribuye este estado de cosas al cambio climático que provoca el calentamiento global: "Ya no tenemos invierno, y las primaveras son bastante caóticas, con temperaturas a veces veraniegas, como la semana pasada", aclara.