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Una muestra pone en primer lugar a las mujeres invisibles de la historia del arte argentino

Una investigadora del CONICET descubrió que el arte argentino del siglo XX tenía muchas más mujeres talentosas que las tres que conocemos: Raquel Forner, Lola Mora y Norah Borges. ¿Por qué nadie las vio antes?

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Ana Weiss | REDES

Una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes revela que a principios del siglo XX había muchas mujeres en las sombras batallando por un lugar y un reconocimiento en la historia del arte argentino.

Sólo tres llegaron a hacerse un nombre reconocido: Lola Mora, Raquel Forner y Norah Borges. Sin embargo, había otras blandiendo pinceles, paletas y cinceles en una época en que el arte argentino era básicamente un territorio masculino y, para la mujer, un hobby de niña bien o un sueño de corta vida que fenecía cuando ellas debían ponerlo a un costado para afanarse por la casa, la familia y los hijos. 

Aunque algunas de las mejores y más desconocidas artistas plásticas del siglo XX salieron de familias acomodadas y con buenos contactos, el reconocimiento de su talento no fue tarea fácil. Por eso, varias de ellas eligieron no tener hijos para poder abrirse un espacio en el arte, sin condicionamientos. 

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Lola Mora, creadora de la Fuente Monumental de las Nereidas.

Más que sorprendente fue el hallazgo de cuadros pintados por mujeres, cuyos recibos de ventas estaban firmados por sus maridos.

A alguna de estas conclusiones llegó Georgina Gluzman, Historiadora del Arte y curadora de la muestra “El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950), una exhibición que continuará hasta el 7 de noviembre en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Libertador 1473).

Ellas pintan, ellos cobran y firman

Georgina Gluzman, que trabaja en el Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio (CIAP) es investigadora del CONICET y la página web del organismo publica una entrevista para difundir la muestra del Museo Nacional de Bellas Artes, el resumen de doce años de investigaciones.

“Cuando empecé a investigar, me topé con una carencia absoluta de datos duros en torno a la participación de las mujeres artistas en los espacios de exhibición, como el Salón Nacional y las academias de arte. Entonces, empecé a buscar qué estrategias y nombres habían aparecido en los salones, desde 1890 hasta 1950, con el objetivo de armar una base de datos sistemática y tener números concretos”, señala Gluzman. 

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Autorretrato de Emilia Bertolé.

¿Dónde estaban las mujeres que pintaban y esculpían? Tras años de hurgar papeles amarillos, ficheros en museos, colecciones privadas y tocando el timbre a sus descendientes, la investigadora pudo armar un listado de artistas talentosas que casi inexplicablemente habían pasado sin pena ni gloria por la historia del arte argentino; eran invisibles. O habían sido invisiblizadas. Así, su minucioso trabajo de campo, rescató más de ochenta obras de cuarenta y cuatro mujeres pioneras del arte argentino. Esas piezas integran la muestra que ocupa cuatro salas en el Museo Nacional de Bellas Artes

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Naturaleza muerta de Eugenia Belin Sarmiento, la nieta de Domingo Faustino Sarmiento.

Una de las perlitas de su búsqueda de hormiga es Eugenia Belin Sarmiento, la nieta de Domingo Faustino Sarmiento. Gluzman encontró algunas cartas que le había escrito el ex presidente para darle ánimo en su vocación artística: le pedía que no bajara ni los brazos ni el precio de sus obras. Una de sus telas había sido rescatada de la basura por Fabiana Barreda, que la prestó para esta muestra.

Mujeres anónimas

La muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes deja en claro que esas mujeres se animaban a todo: obras históricas, estampas costumbristas, autorretratos, retratos, pintura animalista, grabados, fotografías, esculturas e incluso desnudos. A nada le tuvieron miedo en materia de géneros pictóricos.

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Lía Correa Morales.

Algunas de ellas fueron absolutas desconocidas, pero otras, llegaron a integrar el Salón Nacional. Entre ellas, Emilia Bertolé, Lía Correa Morales y Ana Weiss disfrutaron a su tiempo de críticas elogiosas e incluso vendieron algunas de sus obras. Sin embargo nunca fueron tan famosas como el tríptico Raquel Forner, Norah Borges y Lola Mora, las consagradas por el mundo masculino que regía el arte, el tamiz que filtró el arte femenino nacional.

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Raquel Forner, esposa del escultor Alfredo Bigatti.

Para Gluzman, un buen ejemplo del poco crédito que se otorgaba a las artistas es la escultora Josefa Aguirre. En 1890 había esculpido una obra voluminosa de Cristóbal Colón para aprovechar el cuarto centenario del descubrimiento de América y venderla a la Municipalidad de Buenos Aires. Lo logró tras veinte años en los que pasó por la pesadilla de una burocracia infinita y restan ciertas dudas sobre el éxito de su tenacidad, talento al margen: debió agradecérselo a su buena cuna, su vínculo con la Sociedad de Beneficencia o al tiempo libre que invertía en estas batallas gracias a no haber tenido hijos?

“La historia del arte es un universo muy complejo: es una disciplina marcada por cuestiones excluyentes en términos sexo-genéricos, también en términos raciales, de clase. Es un universo conservador por excelencia, quizás la disciplina más conservadora, porque su objetivo es justamente resguardar el ‘patrimonio’ ”, dijo Georgina Gluzman a Cintia Kemelmajer, su entrevistadora del CONICET.

CP