El papa Francisco sigue de fiesta. A tan solo cuatro días de haber cumplido 50 años con el sacerdocio, este 17 de diciembre, Jorge Mario Bergoglio está cumpliendo juveniles 83 años de vida. Una vida que siempre estuvo signada por el amor al prójimo.
Sin duda, este 2019 ha tenido muchas emociones para el santo padre. En enero, presidió la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, en la que millones de jóvenes tuvieron un contacto directo con él.
En febrero, viajó a Emiratos Árabes Unidos para reunirse con el gran imán de Al Azhar, con quien firmó el documento sobre la fraternidad humana. Recientemente, Francisco y el representante musulmán solicitaron a la ONU que el 4 de febrero se conmemore el Día Mundial de la Fraternidad Humana.
En marzo, realizó una visita a Marruecos y, mientras a principio de mayo visitó Bulgaria y Macedonia del Norte, entre la última semana de ese mes y la primera de junio, estuvo en Rumania, para volver luego a África en septiembre. En este último viaje visitó Mauricio, Madagascar y Mozambique.
Desde sus primeros pasos como sacerdote hasta este bendito presente que lo tiene como Papa, Bergoglio siempre mantuvo el mismo estilo austero de vida
En octubre presidió el Sínodo de la Amazonía que se llevó a cabo en El Vaticano con la asistencia de 150 obispos de todo el mundo, especialmente de la región, con quienes reflexionó sobre el tema: "Amazonía: nuevos caminos para la iglesia y para una ecología integral".
Y, para cerrar un año cargado de giras, a finales de noviembre realizó una segunda gira por Asia, esta vez visitando Tailandia y Japón, países en donde los católicos apostólicos romanos son una pequeña minoría.
Desde sus primeros pasos como sacerdote hasta este bendito presente que lo tiene como Papa, Bergoglio siempre mantuvo el mismo estilo austero de vida que lo llevaron a ganarse el cariño y el respeto de millones de personas en el mundo que, más allá de sus creencias religiosas, ven en su figura a la de un sacerdote que predica no solo con la palabra, sino, fundamentalmente, con el ejemplo.
Durante su cardenalicio en Buenos Aires no vivía en el palacio arzobispal, sino en un pequeño departamento y, ahora, que es el máximo representante de la iglesia católica en el mundo, lo hace en la Casa de Santa Marta, el hotel interno del Vaticano, y no en los lujosos departamentos papales.
"¿Quién de nosotros puede presumir de no ser un pecador? Ninguno. Cambiar de vida no es cuestión de un momento o de un periodo del año, sino que se trata de un compromiso que dura toda la vida", no se cansa de repetir y afirmar con su tierno rostro que irradia paz y felicidad.