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Sobreviviendo a Auschwitz, la historia de Hanka Dziubas

Alejandro Parisi cuenta la historia de una sobreviviente del Holocausto nazi. Su crudo relato forman una trilogía contada por sus protagonistas.

El bloque Auschwitz
El bloque 5 de Auschwitz, donde estuvo alojada Hanka (circulo rojo foto grupal de la familia). | A.P.

Ella es la menor de siete hermanos, se llama Hanka Dziubas. Vivió las más tremendas aberraciones del Holocausto Nazi. Según un estudio del United States Holocaust Memorial Museum de Washington, el nazismo provocó la muerte a más de 15 millones de personas.

Con sus 89 años y muy frágil de salud cuenta cómo sobrevivió al exterminio. Desde su casa en Villa Crespo, recuerda aquellos años que la dejaron marcada para toda su vida, como el dolor que en los días de lluvia o mucha humedad la aqueja, debido a que una esquirla quedo alojada en su clavícula derecha como testigo mudo que le recuerda lo vivido en Auschwitz.

Tenía 9 años cuando se desató la guerra, hija de un empresario del cuero en Lodz (Polonia), su madre murió cuando ella era muy chica y su papá se quedo sólo con sus siete hijos, Bernardo, Abraham, Oskar, Malka, Hela, Raquel y Hanka.

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Con el avance de la ocupación fueron llevados al ghetto de Lodz, el segundo más grande de Polonia durante la preguerra. Si bien al ser la menor de la familia trataban de ocultarle lo que estaba ocurriendo, tenía prohibido salir de la vivienda que le habían asignado y debía conformarse sólo con las pocas raciones de comida que le traía su padre Mordejai.

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Hasta que un día obligaron a salir a todas las familias a la calle para una selección, lo que no sabían que dicha selección era para llevarlos a los campos de exterminio, es así que Hanka y su familia salieron a la calle a esperar que no fueran seleccionados. En ese momento descubrió la verdad. “Una vecina mía tenía un bebé de un año y no lo quería dar, entonces el soldado alemán se lo arrancó de los brazos y lo tiró al piso, mientras el bebé lloraba, dolorido por el golpe, el soldado alemán alzo su pierna y descargó todo su peso sobre la cabeza del niño. A todo esto la madre se arrodilló para limpiar con un pañuelo el rostro destrozado de su hijo. Finalmente, el alemán atravesó a la mujer con la bayoneta de su fusil” comenta.

Fue en ese momento cuando entendió lo que verdaderamente estaba pasando. Con el correr de los días se hacían más seguidas las selecciones, hasta que cada vez eran menos. Ya el hambre, la miseria y las vejaciones eran dueños absolutos del ghetto. Hanka y sus hermanos no escapaban a todo ello. En una de esas selecciones fue llevado su padre Mordejai. Esta situación la dejó marcada para toda su vida, cada vez que recuerda este episodio o a su padre le corren lágrimas en su rostro.

Todo los sobrevivientes del ghetto de Lodz fueron llevados finalmente a los campos de concentración, Hanka sólo estaba con sus hermanas Hela y Raquel, su padre y sus tres hermanos estaban desaparecidos o habían muerto. “Tenía catorce años cuando fui deportada a Auschwitz. Llegamos en vagones llenos de carbón, muertos de hambre, enloquecidos de sed y ahí nos empezaron a dividirnos de derecha e izquierda” dice.

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"A la entrada nos metieron debajo de duchas y nos pelaron a todas. Para ellos no éramos seres humanos, éramos animales. Nos llevaron a los bloques, con mis hermanas estábamos en el bloque 5. En Auschwitz lo único que importaba era comer" comenta. Es en ese lugar es donde le marcaron su número de identificación que sólo recuerda sus últimas cifras “753”, ya no había resto de humanidad en aquel lugar, solamente eran un ente más en aquella maquinaria de muerte.

Libro Hanka 753

Un día fueron llevadas a un playón frente a los crematorios, más de cien mujeres estaban desnudas esperando en fila para ser ingresadas en aquellos hornos. Muchas ya no querían seguir con aquel calvario y se rendían dejándose caer en el piso lo cual los guardias las levantaban y las llevaban directamente a su final.

“Dos noches estuvimos parados al lado del crematorio haciendo la cola, esperando para ser quemados. Iban entrando por turnos, y cuando llegó él nuestro Dios debe haber mandado un ángel del cielo, eso fue lo que dije en ese momento, porque el megáfono dijo 'el bloque 5 preséntese'. Se necesitaban chicas para trabajar en una fábrica de municiones cerca de Berlín, y nos llevaron. Creo que lo hicieron solamente para mostrar que algunos quedaban vivos, no por otra cosa" cuenta con tristeza.

Ya en la fábrica de municiones Hanka y sus hermanas se encontraban un poco mejor, pero era inevitable los bombardeos por parte de los aliados.

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"Empezaron a llevarnos de un lado al otro, primero fuimos a Oranienburg que es un campo de hombres y cuando entramos había un hombre electrocutado en la reja eléctrica", dice ella que era "para demostrar que nadie podía fugarse”. Luego los llevaron a Ravensbrück, al que llegó enferma y esquelética. Este campo de concentración era uno de los más grades de mujeres que tuvo la segunda guerra mundial, ubicado a 90 km de Berlín. Un 30 de abril de 1945 con el fin de la guerra y con 15 años Hanka, sus hermanas y muchas sobrevivientes, fueron rescatadas por la Cruz Roja Sueca, encabezada por el noble y militar Folke Bernadotte, “vinieron con motos y ambulancias, nos llevaron a un lugar donde nos cuidaron y nos trataron como seres humanos” dice. Después de toda esa locura se radicó en Suecia junto con sus hermanas y su hermano Oskar que había sobrevivido. Luego de unos años decide viajar a la Argentina junto con su hermana Hela y su marido León también un sobreviviente a ver a su hermana Malka que había venido a este país de luna de miel y nunca más volvió porque se había desatado la guerra. Su hermana Malka falleció al poco tiempo que Hanka arribó a la Argentina pero ella igualmente junto a su marido decidió radicarse en el país.

Ya el tiempo pasó y no entiende por qué ocurrieron tales atrocidades. “Nosotros sufrimos por judíos. No por otra cosa y hasta el día de hoy, hay problemas” afirmó Hanka.

Hoy es el fiel documento vivo de toda aquella época incompresible que atravesó la humanidad y continúa con la misión de su marido, en contar a las nuevas generaciones lo ocurrido y que no quede en el olvido.