Josef Mengele se convirtió en asesino en masa de las SS en Auschwitz. Huyó a Sudamérica después de la Segunda Guerra Mundial. Las víctimas, que sobrevivieron a sus experimentos criminales, continúan sufriendo."Ya no recuerdo su cara, solo sus botas pulidas. Cuando escuchaba sus pasos, me metía debajo del catre, me agachaba, cerraba los ojos. Pensaba que no me encontraría", dice Lidia Maksymowicz, víctima de Josef Mengele.
Ella llegó a Auschwitz-Birkenau en diciembre de 1943, cuando tenía tres años. Los alemanes enviaron a su familia desde Minsk, Bielorrusia, al campo de concentración. Aún no ha olvidado lo que presenció al llegar allí: en medio de la noche, la rampa con los focos, los gritos de los soldados de las SS, los perros guardianes ladrando y las familias separadas brutalmente.
A Lidia también la separaron de su madre y fue enviada a la barraca de los niños. En lugar de colchones, había heno. Los niños sufrían de hambre y frío, pero temían más las visitas del doctor Mengele que al frío y al hambre. Con ella, el médico probó diversas vacunas que la dejaron, durante un tiempo, entre la vida y la muerte.
El "ángel de la muerte" en Auschwitz
Josef Mengele, hijo de una familia de empresarios de Günzburg del sur de Alemania, estudió medicina y antropología. Después investigó en el Insituto de Genética en Fráncfort. En 1940 se afilió al partido nazi y tres años más tarde fue destinado al campo de concentración, donde tenía especial interés en experimentar con niños, gemelos y enanos. Con ellos intentó cambiar el color de los ojos, usando inyecciones, operó a niños sin anestesia y los infectó con ciertas enfermedades. Era conocido como "el ángel de la muerte”.
En enero de 1945, justo antes de que el Ejército Rojo llegara a Auschwitz, Mengele huyó. Se escondió cerca de su ciudad natal. En 1949 escapó a Sudamérica. Su familia apoyó económicamente al criminal nazi, buscado entonces internacionalmente. En 1979, Josef Mengele murió ahogado en una playa de Brasil. Su muerte se dio a conocer en 1985.
La familia de Mengele creó una fundación en 2009 con la que se donó más de un cuarto de millón de euros para fines benéficos, pero ni participa en la Fundación para Trabajadores Forzados ni en proyectos dirigidos a honrar la memoria de las víctimas de Josef Mengele.
Una ciudad a la sombra de Mengele
Hay una "sombra monstruosa" sobre esta ciudad, dice Rudolf Köppler, exalcade de la ciudad de Günzburg, citado por Deutsche Welle. Desde hace décadas, esta pequeña ciudad en el centro de Suabia ha estado viviendo a la sombra del "ángel de la muerte", quien nació y creció en el lugar. "Günzburg no fue un bastión nazi. La ciudad no es peor ni mejor que otras ciudades alemanas", explica Köppler. Mengele "podría haber nacido en cualquier lugar", enfatiza el socialista de 83 años.
Pero no todos los ciudadanos de la ciudad están satisfechos en cómo se ha revisado la historia de esta localidad. Uno de ellos es el maestro de secundaria Siegfried Steiger. Su coraje propició la construcción de un monumento a Janusz Korczak, pedagogo judío-polaco, que fue asesinado en el campo de exterminio de Treblinka en 1942. Para garantizar que los crímenes de Mengele no caigan en el olvido, el Teatro Experimental del profesor Steiger representa una obra desde 2005, donde se denuncia a "todos los médicos que realizan experimentos criminales con seres humanos". La idea de un monumento en honor a las víctimas del médico de las SS también surgió de la sociedad civil.
En el patio del edificio
Dossenbergerhaus hay una placa con una cita de Jean Améry, rodeada de varias docenas de pares de ojos, una alusión a los experimentos de Mengele. Los ojos fueron diseñados y modelados por alumnos de secundaria de la ciudad. Lidia sobrevivió a Auschwitz Lidia vivió la entrada del Ejército Rojo el 27 de enero de 1945. "Después de la liberación había 160 niños en el campo de concentración con edades comprendidas entre 2 y 16 años. Yo fui la que más tiempo vivió en Auschwitz", dice. Solo en Auschwitz-Birkanau fallecieron 200.000 niños.
Después de la guerra, Lidia fue adoptada por una familia polaca. Su madre fue dada por muerta durante algún tiempo. Unos años más tarde, hija y madre se reencontraron. El miedo al doctor Mengele aún pervive. Lidia Maksymowicz se formó como química después de la guerra, se casó y dirigió una empresa. Su vida familiar sufrió las consecuencias de su niñez en el campo de concentración. "No podía amar de manera correcta y honesta. Ni siquiera podía amar a mi hijo como una madre debería hacerlo", explica.
DW / DS