Este 6 de mayo se cumplen 84 años de la tragedia que marcó el fin de los zepelines, con la explosión del mayor dirigible del mundo y un orgullo de la ingeniería alemán, el zepelín Hindenburg, apodado el "Titanic de los aires", que le costó la vida a 36 personas. Tres años antes, su "gemelo" había sobrevolado Buenos Aires y Montevideo, donde causó una sensación.
La tragedia de Hindenburg ocurrió en el auge del nazismo, que lideraba el mercado con los dos mayores dirigibles que existían: el Graf Zeppelin y el Hindenburg. Sin embargo, trágicamente este último, tras haber cruzado el Atlántico, se vio envuelto en llamas y explotó el 6 de mayo de 1937 cuando intentaba aterrizar en la base naval Lakehurst, en Nueva Jersey, Estados Unidos. Al momento del accidente viajaban 98 personas, de las cuales 36 murieron y las restantes 62 lograron sobrevivir milagrosamente.
La mayor parte de los fallecidos perdió la vida debido al fuego en la aeronave o porque los aplastó la enorme estructura del zepelín. Fallecieron 13 de los 36 pasajeros y 22 de las 61 personas de la tripulación.
Cómo era el zepelín Hindenburg y por qué estalló en el aire
Se lo llamaba el "Titanic de los aires" debido a que tenía un largo similar.
El Hindenburg tenía 245 metros de largo, tres veces más que un avión 747, mientras que el Titanic lo superaba con 269 metros. El zepelín de 41 metros de diámetro lograba una velocidad de unos 130 kilómetros por hora siendo hasta tres veces más rápidos que un crucero a vapor.
Fue creado con una capacidad máxima de 50 pasajeros (sin contar la tripulación), pero luego lo ampliaron a 72, pero con el riesgo (que a la postre sería fatal) de usar únicamente Hidrógeno como gas de sustentación en lugar de Helio, un gas más pesado pero no inflamable, por lo que se sabía era más seguro.
Sin embargo, esto el uso de hidrógeno no fue sólo para ampliar la capacidad de pasajeros, si no que también se debe a que Estados Unidos tenía el monopolio de la producción del Helio y se negaban a exportarlo a otros países, en especial a Alemania porque los nazis usaban los zepelines con fines propagandísticos.
Por este motivo, Alemania se dedicó a fabricar los dirigibles que volaban con el altamente inflamable Hidrógeno, lo que finalmente sería el talón de Aquiles de estas aeronaves. El Hindenburg usaba 190.000 metros cúbicos de hidrógeno para cada viaje transatlántico.
Finalmente, a las 7.25 del 6 de mayo de 1937, cuando estaba próximo a aterrizar en Estados Unidos, el Hindenburg comenzó a tener una pérdida de hidrógeno y se prendió fuego completamente en menos de un minuto cuando estaba a 130 metros de altura. La superestructura de metal fundido y la tela exterior carbonizada colapsaron al suelo provocando el pánico en los presentes. Algunos pasajeros, desesperados, saltaron de 100 metros de altura. Es considerado un milagro que hayan sobrevivido 61 de las 97 personas a bordo.
El hecho fue presenciado por la prensa y cientos de personas que veían llegar el dirigible. Incluso fue transmitido en vivo por radio. El reportero de radio Herbert Morrison, desconocido hasta el momento, fue la voz que relató la tragedia desde una pequeña emisora de Chicago.
El periodista quería usar el momento para un experimento de grabación. Cuando informaba sobre la situación, llamó a su ingeniero de sonido, Charlie Nehlsen: "¡Oye esto, Charlie! ¡Oye esto! Se está hundiendo. ¡Se está estrellando!". Morrison, desesperado y emocionado, gritó: "¡Oh, la humanidad!".
El zepelín recién había comenzado a volar comercialmente en marzo de 1936. Partía habitualmente desde Frankfurt, cruzando el Atlántico hacia Nueva Jersey. Pero también tenía otro destino principal como Río de Janeiro, Brasil.
Su alto precio por cada viaje reflejaba también su exclusividad y calidad de las instalaciones: un imponente comedor, sala de estar, salón de lectura, cabinas dormitorios con comodidades, comida y vinos de primera clase.
Además de tener agua fría y caliente, los pasajeros incluso hasta podían fumar en el viaje a pesar de que se trasladaban en un dirigible altamente inflamable. Los pasajeros debían pagar una fortuna para volar en él, sólo comparable con el precio de un billete para el ya desaparecido avión supersónico Concorde.
El Hindenburg también fue el centro de la escena en los Juegos Olímpicos de 1936 cuando sobrevoló el estadio de Berlín en la inauguración y ante la aparición de Adolf Hitler. Realizó 63 vuelos, cruzando el Océano Atlántico 17 veces y recorriendo un total de 308.323 kilómetros.
La caída Hindenburg marcó el fin de los zepelines
Si bien en varios países había dirigibles, en Alemania fue donde se especializaron sobre los zepelines y contaban con los dos más grandes del mundo: el Graf Zeppelin y el Hindenburg. Si bien no fue su inventor, el duque alemán Ferdinand von Zeppelin desarrolló un modelo que fue comercializado.
El accidente ocurrió cuando avanzaba el nazismo en Alemania y comenzaba a planificar su invasión por Europa. El Hindenburg era reconocible por su enorme tamaño, pero también por las reconocibles esvásticas nazis.
Luego de la tragedia, la noticia recorrió el mundo. Encima, la aerolínea de aviones PanAm anunció que comenzaría a realizar vuelos transoceánicos y los zepelines de la empresa fabricadora Luftschiffbau Zeppelin cayeron en desuso. Por si fuera poco, en la segunda guerra mundial, los alemanes los terminaron desguazando para uso militar.
La tragedia de Hindenburg no fue la única protagonizada por un zepelín. En 1930, el dirigible inglés R101 también se había incendiado dejado un total de 48 muertos de las 54 personas a bordo.
El día que el "gemelo" del Hindenburg sobrevoló Buenos Aires
El Graf Zeppelin, que era el "gemelo" del Hindenburg. Y cada vez que estos gigantescos zepelines pasaban por alguna ciudad, miles de personas se congregaban para deslumbrarse ante este coloso que se elevaba lenta y majestuosamente hacia el cielo.
Y en Buenos Aires no fue la excepción. En la mañana del 30 de junio de 1934, luego de cruzar el Atlántico y hacer una escala en Río de Janeiro, el Graf Zeppelin sobrevoló Buenos Aires.
Miles de personas se asomaban a los balcones, terrazas y en espacios abiertos para presenciar este majestuoso evento. Incluso miles de personas se trasladaron hasta Campo de Mayo, donde aterrizó. Las fotos de ese 1934 con el zepelín volando por encima de Plaza de Mayo y el Congreso aún siguen generando sensaciones.
Amancio Williams fue uno de los pilotos de los cuatro aviones argentinos que escoltaban al Zeppelin y relató: "Tenía 21 años. Es algo difícil de explicar; no era solamente la impresión de esta enorme y maravillosa forma, sino también la elegancia y suavidad de los movimientos del Zeppelin, que podía percibir con nitidez. Nunca lo olvidaré: como fondo, a la derecha de mis dos alas plateadas, mirando hacia arriba aparecía el precioso Zeppelin plateado, con sus elegantes movimientos contra el cielo. Hacia abajo el precioso Río de la Plata, plateado en la luz mañanera; la extendida línea de costa del Uruguay; la visión de ese país y la sensación de que más allá se encontraba el continente Sudamericano. Desde la línea costera hasta el horizonte, es decir hacia el Norte, el panorama estaba cubierto por la niebla de la mañana como un suave velo gris plateado que subía hacia arriba, hasta que mis ojos encontraban la quilla del Zeppelin, la grandiosidad de su casco y la explosión de la plateada luz".
ED / DS