OPINIÓN

Corre, Scott, corre

A días de la elección, el dólar no descansa, ni siquiera con la intervención del Tesoro de EE.UU. Milei, como Keynes, obligado a cambiar ante los hechos. Y las obsesiones de Trump en América latina.

US Treasury Secretary Scott Bessent Interview Foto: Photographer: Michael Nagle/Bloomberg

Se mencionó en esta columna días atrás. ¿Le avisaron a Scott Bessent que los argentinos van a comprar todos los dólares que EE.UU. vuelque al mercado, y que seguirán comprando? La cotización del dólar baja cada vez que el secretario del Tesoro interviene vendiendo divisas en el mercado local (comprando pesos, en la versión suavizada). Ya lo hizo tres veces, contando la de último momento, ayer. El dólar cede, pero con el correr de las horas, la presión sobre el tipo de cambio vuelve a crecer y vuelve a acomodarse al alza. Una obviedad de año electoral, de la que el dúo Caputo-Bausili habrá notificado en Washington: crece la demanda de cobertura, la voracidad dolarizadora.

Cuál es la dimensión de la corrida la dio el miércoles en Washington el titular del Banco Central (el argentino, no la Reserva Federal), en el marco de la asamblea anual del FMI y el Banco Mundial: en los últimos tres meses, la demanda de dólares representa el equivalente a 40% de la base monetaria M2, que designa al dinero en circulación más las cuentas a la vista, dijo Santiago Bausili en un recorte revelador de esa entrevista que hizo ayer Maximiliano Montenegro en el canal Ahora Play.

En el umbral de la elección, el Tesoro norteamericano está entrando en esa dinámica que atraviesa a los gobiernos argentinos sin excepción: corre detrás del dólar, que no se intimida ni ante sus propios dueños. ¿Seguirá Bessent interviniendo en cada rueda hasta el domingo 26? Un argentino pagó ayer en la Patagonia chilena un chupe de centolla US$ 11, bastante menos que una milanesa con fritas del otro lado de la frontera. Caputo descartó ayer en un mensaje ante IDEA una devaluación, pero no hay duda de que el Gobierno tendrá que modificar el esquema cambiario, con bandas o no, después de la elección del domingo 26. Y empezar a comprar dólares, como le han reclamado todos.

Milei tiene el derecho de cambiar de opinión también en materia política. Debería seguir el consejo de su odiado Keynes: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Y usted?”. Nadie puede pedirle al Presidente que se abra al diálogo y la negociación ahora, en plena campaña (al menos no en la superficie). Tampoco a la oposición dialoguista: los gobernadores de Provincias Unidas, vía alternativa a la polarización, estuvieron esta semana en Buenos Aires apuntalando las candidaturas de Martín Lousteau y Graciela Ocaña a diputado y senadora. Los gobernadores dijeron básicamente lo que todo el mundo sabe: el programa económico fracasó y el Gobierno debió recurrir al auxilio de los Estados Unidos. Como advirtió Donald Trump, condicional, hasta que se demuestre lo contrario. Los gobernadores serán objeto del mismo reclamo que les transmitió Barry Bennet, quien se presentó como asesor de Trump, a un grupo de jefes de bloque de la oposición en Diputados a instancias del asesor Santiago Caputo, según recogieron abundantemente las crónicas esta semana: blindar a Milei.

¿Cómo será recordada esta época en el futuro? Las caracterizaciones podrían ir desde una forma de sometimiento o subordinación autoimpuesta, ya empleada en algunos casos con el menemismo, la dependencia unilateral o hasta el neocolonialismo, término que empleó no Myriam Bregman sino Carlos Melconian. 

Operaciones de la CIA

Todo parece moverse con una dinámica del pasado en lo que concierne a la relación de Trump con América latina. 

Se espera que en las próximas semanas la Casa Blanca dé a conocer, con cierta anticipación respecto de sus predecesores, el tradicional informe sobre la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, en sus siglas en inglés) de los Estados Unidos. 

Es de interés. Según fuentes del gobierno norteamericano consultadas por el sitio Politico, el informe acentúa la preocupación de Trump y sus estrategas sobre la situación de seguridad en la región, lo que los norteamericanos designan como Hemisferio Occidental, por encima de la que deberían despertar países como Rusia y China. Cuestión que, se afirma, a la vez inquieta a los altos mandos militares de EEUU, recientemente convocados por el presidente y el jefe del Pentágono Peter Hegseth para una lavada de cabello. 

Es una novedad en este tipo de documento, pero que confirma dos obsesiones de Trump sobre América latina que afectan la seguridad interior norteamericana: la migración y los carteles de droga. 

Trump acaba de autorizar a la Central de Inteligencia (CIA) a desarrollar operaciones encubiertas en Venezuela y el Caribe sur, y dijo que consideraba la posibilidad de ataques terrestres contra carteles de la droga ese país, en una nueva escalada contra el régimen de Nicolás Maduro.

EEUU ha desplegado al menos siete buques de guerra en el Caribe sur con el objetivo de frenar el tráfico a EE.UU. de fentanilo, metanfetamina, cocaína y otras drogas ilícitas, del que responsabiliza al venezolano. El movimiento involucra a unos 4.500 efectivos de la armada norteamericana: hubo al menos cinco ataques contra pequeñas lanchas de presuntos narcoterroristas, que han dejado 27 muertos.

Trump alineó hasta al momento a Ecuador, Paraguay, Guyana, Trinidad y Tobago y la Argentina de Milei, en lo que el secretario de Estado, Marco Rubio, llamó una “coalición internacional" contra las operaciones  del crimen transnacional en la región. Países, aun considerando nuestra membresía en el G20, de escasa/nula relevancia global.

A pedido de EE.UU., Argentina ha declarado como organización al llamado Cartel de los Soles, que Washington asocia con el régimen de Maduro. Atado al temperamento mercurial de Donald Trump, ¿hasta dónde está dispuesto a cooperar el gobierno de Milei en aventuras de este tipo? Aún no lo sabemos.