Del periodismo baby boomer al Z
Cuando en una oficina de Horacio Rodríguez Larreta padre, Jacobo Timerman creó, con la ayuda de Horacio Verbitsky, la gran redacción de La Opinión en 1971, ambos periodistas representaron el cruce de dos generaciones: Timerman, los nacidos en los años veinte; y Verbitsky, los nacidos en los cuarenta. Cada uno convocó a periodistas de su generación, quienes tenían concepciones profesionales y políticas muy distintas. Ese choque provocó la magia creativa, aunque luego los aprendices de brujería internos y externos hicieron naufragar la experiencia.
El periodismo de cada día es también un cruce intergeneracional de periodistas. Por ejemplo: para cubrir el mundial de fútbol de 2026 es tan importante el periodista que llega por primera vez, como el que ya cubrió cinco mundiales. Frescura y veteranía se necesitan para construir una visión equilibrada pero no arcaica.
Cambio de guardia. Hoy se están retirando de los medios los primeros líderes de la transición digital. Eran jefes hacia fines del siglo XX y principios del siglo XXI, por lo que condujeron transformaciones impensadas. Es la generación de los baby boomers, que convive hoy en las redacciones con los X, los Y y los Z.
Fueron los líderes que empujaron a sus periodistas a ir a las redes, a aprender dispositivos y técnicas narrativas nuevas. Eran redacciones laboralmente agobiadas y plenas de conflictos por la creciente multitarea pero, en algunos casos, esas transiciones se han hecho tan bien que varios de aquellos medios “tradi”, incluso centenarios, hoy hasta podrían llamarse medios emergentes y son grandes innovadores.
Ahora estos líderes publican memorias en las que las diferencias generacionales son un tema constante.
Entre ellos, hay editores y editoras de El País, El Mundo, The Washington Post, The New York Times y The Financial Times. Son relevantes porque el periodismo anglosajón y el español son las referencias principales de nuestras redacciones.
El exeditor de The Financial Times, Lionel Barber, escribió en Los poderosos y los condenados. La vida tras los titulares del Financial Times, que ve en las nuevas generaciones más colaboración, disrupción, participación y mayor uso de fuentes abiertas de información, y agrega que la tecnología nunca es solamente un desafío tecnológico, sino un cambio cultural profundo.
Una de las memorias más destacadas de esta oleada es la de Martin Baron, Contra el poder. Trump, Bezos y The Washington Post. Hace unos años, Perfil organizó un preestreno de la película Spotlight, ganadora del Oscar a la mejor película, que describe la investigación que condujo Baron, como editor de The Boston Globe, sobre la protección a curas pederastas por parte de obispos en esa ciudad.
En su libro, Baron, quien ahora da talleres de formación de editores en Colombia junto a la organización Connectas, cuenta que estuvo a punto de renunciar a The Washington Post por un conflicto con su redacción por razones generacionales.
La tradición histórica en el periodismo anglosajón era que los periodistas mantuvieran cierta contención sobre sus posiciones particulares. Pero cuando explotó Estados Unidos por el caso George Floyd, el afroestadounidense al que un policía blanco asfixió con su rodilla hasta la muerte, la redacción del Post se desbordó indignada. Los periodistas expresaban la defensa abierta de la causa en todas las formas posibles: participación en marchas, donaciones, firmas de peticiones, expresiones en redes, adjetivos en sus textos y videos, y el apoyo explícito a la organización Black Lives Matters.
Forjado en la antigua escuela, Baron temía que la audiencia vea a los periodistas como activistas: “Toda profesión tiene algunas limitaciones, y nosotros tenemos las nuestras”. En un memo a uno de sus jefes dijo: “Hay una nueva generación en este campo que quiere llevar el periodismo en The Post, The New York Times y otras organizaciones en una dirección activista”.
Para la generación de Baron, eso afecta la credibilidad: “Solo puedo imaginar, dice, la reacción en el staff si yo como editor ejecutivo hubiera marchado por una causa que vaya en contra de lo que piensan muchos en la redacción”.
En un artículo más reciente, Baron escribió: “Queremos jueces y médicos objetivos, ¿por qué no también periodistas objetivos?”.
Por el mismo tema tuvo una crisis con su redacción Antonio Caño, quien fue director de El País de Madrid. En sus memorias, Digan la verdad. Memorias de un periodista y apuntes sobre un oficio en peligro de extinción, cuenta que elaboró un documento para regular el uso de redes sociales de sus periodistas, pero la redacción lo rechazó.
La redacción lo interpretó como un límite a su libertad. “Acepté el argumento, aunque no lo compartía, y retiré la propuesta”, escribió.
En su libro, Caño dijo: “Un periodista no es un activista. Tal vez, es lo contrario de un activista. Su misión no es acabar con el racismo ni proteger a los desfavorecidos, por insistir en ejemplos sobre cuya legitimidad existiría un consenso general. Su misión es reflejar la gravedad y la complejidad de esos problemas, lo que en ocasiones exige recoger los puntos de vista de quienes nos parecen racistas o machistas. Y hacerlo de manera honesta y respetuosa, no de manera artera para cubrir la apariencia de imparcialidad”.
Pero este defensor cree que es posible que la percepción de la audiencia sea que esos líderes veteranos podían ser a veces activistas encubiertos, que se refugiaban en conceptos formales de objetividad.
En muchos casos era una objetividad facciosa y simulada, donde se podían construir falsas equivalencias morales y cognitivas.
Otra editora brillante es la filipina María Ressa, quien además ganó el Premio Nobel de la Paz 2021, junto con el valiente periodista ruso Dmitry Muratov. Se formó en la CNN y luego se convirtió en la más destacada periodista de su país. Cuestiona las nociones de imparcialidad o equidistancia, parientes cercanas de la objetividad tradicional.
En su libro Cómo luchar contra un dictador. ¿Qué estás dispuesto a sacrificar por tu futuro?, dice: “El periodista objetivo no existe (....). Un buen periodista no busca el equilibrio (…) Un buen periodista, por ejemplo, no dedicaría el mismo tiempo y el mismo espacio a conocidos negacionistas del cambio climático y a científicos que lo estudian”.
En un discurso más reciente dijo: “En la batalla por los hechos, en la batalla por la verdad, periodismo es activismo”.
En las redacciones de la Editorial Perfil conviven desde los baby boomers hasta los Z, y para este defensor cada generación tiene algo para decir.
Siempre en el periodismo la magia creadora surge de un eficaz y honesto diálogo intergeneracional.
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