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Pasaportes porque sí

No le falta humor al autor, tampoco elegancia ni erudición ni estilo en este ensayo que se ocupa de los pasaportes.

Tres personas en cuyos gustos confío me recomiendan un libro recién publicado. Tanto entusiasmo me abruma un poco porque suelo desconfiar de las unanimidades. También desconfío de mi espíritu contrera, el que a veces me impide disfrutar de algo que vería con mejores ojos si fuera el primero en descubrirlo. El libro en cuestión se titula Vidas en tránsito y el autor es Lucas Mertehikian, un porteño con estudios, cátedras y curadurías en el extranjero en diversas especialidades. Esto último me cae simpático y de ello habla Mertehikian en el libro cuando cuenta en un pasaje muy gracioso que para aplicar a una beca, un trabajo o un subsidio en Estados Unidos el postulante debe construir su statement of purpose, que es un relato cuya moraleja consiste en que el proyecto para el que pide plata siempre fue el sentido último de su vida intelectual. Y si en algún momento decide cambiar de rubro (y Mertehikian ha pasado de la literatura latinoamericana a la antropología y también a la botánica), debe repetir el argumento pero aplicado a sus nuevos intereses aunque el verdadero sentido de su vida haya cambiado.

No le falta humor a Mertehikian, tampoco elegancia ni erudición ni estilo en este ensayo que se ocupa de los pasaportes: de su historia, de su importancia en el orden diplomático y geopolítico, del mundo de los coleccionistas de pasaportes (además de los espías) y de su propia relación con ese peculiar instrumento. Entre los casos y cosas de los pasaportes, aparecen un personaje que pretendía ser la inspiración de La vuelta al mundo en ochenta días, el coreógrafo George Balanchine, un poema de propaganda de Maiakovsy, las películas Casablanca y Strmboli, la empresa Polaroid, una familia dedicada a exhibir memorabilia mussoliniana, hasta el problema de los extranjeros (aun de los documentados) bajo la administración Trump. Reconozco las causas de la admiración ajena por el libro y, al mismo tiempo, me cuesta detectar exactamente por qué me irrita, no sé es si porque le falta algo o porque algo le sobra.

Hay dos frases que me parecen claves para explicar Vidas en tránsito. La primera es una cita de Silvina Ocampo: “Ninguna cosa es más importante que otra”. La segunda es una descripción irónica que Mertehikian hace de su propio trabajo para el libro, como si fuera el de “un detective sin ningún crimen que resolver, concentrado en misterios sobre los que trabaja la imaginación”. Con estas frases como eje, me concentro en mi propio misterio, que es el de la potencial falla del libro. Y, finalmente, encuentro dos. Una es que esa dispersión de historias sin otro factor común que el pasaporte sugieren cierta frivolidad, cierto despliegue gratuito de ingenio y de datos no del todo relevantes (bajo el amparo de Silvina). El otro es que este ensayo es un perfecto ejemplo fuera de la ficción de la literatura del yo: Mertehikian parece creer que lo que le da vigor y autenticidad al libro, lo que disimula su frialdad y sus excesos acumulativos son los pasajes autobiográfico. Y así lo construye como un statement of purpose dirigido al lector, erigido este como juez de su sinceridad. Hay que reconocer que Mertehikian lo redacta con habilidad, pero no logra convencerme de que el suyo no es un libro vano y demasiado adaptado a las técnicas del momento.

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