La Argentina que Javier Milei quiere no es igual a la que quiere Paolo Rocca ni la mayoría de los industriales. Tampoco es la que quiere Mauricio Macri ni quienes alguna vez lideraron Cambiemos. Ni es la de los sectores vinculados con la construcción y las demás actividades relacionadas con una obra pública que en este modelo no tiene cabida. Ni es el país de quienes son las víctimas directas (empleados y empleadores) de la apertura indiscriminada de importaciones y de la falta de consumo interno. Tampoco es la de quienes antes recibían ayudas directas o indirectas del Estado y hoy sufren su ausencia. Y no es el modelo de país del 60% que no lo votó en octubre ni la de los partidos políticos que la representaron.
No obstante, para muchos de ellos, que este no sea el modelo de país que quisieran no significa que, en el mientras tanto, no adhieran a ciertos postulados. Ya sea porque aceptan la expectativa oficial de que ya llegarán los brotes verdes o porque, pese a no gustarles el modelo libertario, coinciden con algunas de sus medidas. Entre otros, también están los políticos y empresarios que acompañan o callan en público y critican en privado. Más los que se quieren seguir convenciendo de que están ante un Presidente liberal y republicano que terminará actuando en consecuencia.
Rocca trumpista. Hace dos semanas, esta columna se tituló “Más Trump, menos Milei (el reclamo de Paolo Rocca después de la siesta)”. Allí se describía el lastimoso estado de la industria, la preocupación empresaria y los ruidos internos en la UIA que llevaron a que en ese momento su hombre fuerte debiera romper tibiamente su silencio para hacerse eco de tal malestar. Rocca entonces apuntó a los problemas derivados del boom importador, a la parálisis del mercado interno y a la ausencia del Estado para limitar el ingreso de productos chinos.
El empresario no mencionó al presidente de los Estados Unidos, pero la conclusión de la columna era la que le daba título a la nota.
Esta semana, el CEO de Techint volvió a hablar, pero esta vez sí invocó directamente el ejemplo del modelo proteccionista del mandatario estadounidense: “El año pasado dije que había que nivelar la cancha. Hoy, como demostró Trump, hay que contrarrestar fuertemente a China”. Al tiempo que reivindicó el rol del Estado para corregir los problemas impositivos y de infraestructura, y advirtió sobre la economía real: “El consumo interno, después de la caída del 2024 y una mejora del 2025, muestra datos de octubre que están debajo de los de octubre de 2024”.
Trump encabeza un modelo desarrollista potenciado por la hiperpresencia del Estado más poderoso de la Tierra que, en contra de la apertura globalizadora de las últimas décadas, sube aranceles para proteger al empresariado local.
El modelo de Milei no es el de Trump, ni el de Rocca, ni el de Macri ni, claro, el del peronismo...
Al menos en ese plano, son políticas con las que podría coincidir el macrismo, el radicalismo y, naturalmente, el peronismo.
Quien no coincidiría es cualquiera que crea que habría que destruir al Estado y hacer del mundo un mercado único, sin barreras de ningún tipo.
ADN libertario. El modelo que Milei prometió e intenta aplicar está basado genuinamente en el espíritu de la Escuela Austríaca. Con una escala obligada en el minarquismo.
Se la acusa de ser una doctrina cruel, pero quizá se deba a que su referente más conocido a nivel mundial sí lo es.
La misión del anarcocapitalismo (también del anarquismo colectivista) es liberar a los individuos del robo del Estado, de su burocracia y de los que viven de él.
Más que cruel, es un modelo darwinista que imagina un mundo mejor dejando que las personas se las arreglen como puedan, para que desarrollen un potencial creativo y económico que beneficiará a los que hagan lo suficiente para merecerlo.
Todo lo que pasó en estos dos años de Milei lleva ese ADN ideológico, más allá de que en esta transición minarquista haya marchas y contramarchas. Puede que a veces se lo pierda de vista por aquel deseo de creer que Milei en realidad es liberal y republicano, o porque no haya logrado acelerar todo lo que hubiera querido para concretar sus objetivos.
Pero a partir de ahora, con el nuevo Congreso, todo debería ir en la misma dirección. Y más rápido.
Crítica liberal. En la columna mencionada al comienzo se enumeraban los casos de 34 empresas, de mayor y menor envergadura, que debieron cerrar sus puertas en estos tiempos. Sólo eran ejemplos, porque en el último mes registrado ya se perdieron 970 empresas y 40.360 empleos.
No se trata de crueldad, aunque a veces el Presidente y sus funcionarios celebren con poca empatía temas que resultan dolorosos.
Se trata de un modelo ideológico que brega por cambiar la estructura productiva del país, en el que el Estado se minimice o desaparezca y en el que el único ordenador económico pase a ser el mercado. Un mercado además universal, en el que los empresarios argentinos salgan a competir con economías más y menos prósperas y empleados más y menos explotados.
Es altamente probable que el cierre de empresas se acreciente, pero en la lógica libertaria eso no será necesariamente malo porque representará la sabia determinación del mercado de castigar a unos para beneficiar a otros, abriendo nuevas empresas y generando más y mejores empleos.
Que por ahora pase lo contrario no significa, según el imaginario oficialista, que no vaya a suceder.
En el nuevo modelo, los argentinos se beneficiarán de las importaciones al pagar menos que por los productos nacionales y destinarán ese ahorro a otros consumos. Como Rocca acaba de señalar, eso tampoco estaría ocurriendo, pero es lo que el Gobierno pronostica.
Carlos Rodríguez es un liberal ortodoxo clásico, egresado de la escuela de Chicago. Días atrás mostró un gráfico con la evolución de la actividad económica entre la salida de la pandemia y la actualidad. Allí se veía que la única actividad que crece es la intermediación financiera. El resto está igual o peor, como el comercio, la industria manufacturera y la construcción.
... pero en pos de aprovechar medidas concretas, algunos tratan de disimular esas diferencias
“Los datos hablan por sí solos –resaltó–. No hace falta saber estadística para darse cuenta de que la Argentina productiva corre muy por debajo de la Argentina financiera”. “Así no se hace un país”, concluyó.
Ganadores y perdedores. En la nueva etapa de aceleración del modelo Milei, los ganadores y perdedores deberían ser los mismos sectores. Los que se puedan adaptar a los nuevos negocios del comercio global versus los que no lo consigan o los que, para lograrlo, lo hagan achicando proyectos y personal.
Entre aquellos a los que les vaya bien, también se contarán a los relacionados con la minería y la energía, pero son sectores que ya vienen con un impulso que supo atravesar a los últimos gobiernos y que seguramente continuará. Algo similar ocurrirá con los sectores agrícolas, siempre que el clima ayude.
La duda es si el modelo extractivo, de ausencia del Estado, con apertura importadora y dólar retrasado, será capaz de generar más desarrollo y empleo que el modelo que se intenta reemplazar.
Durante la primera parte de su gestión, Milei consiguió bajar la inflación y ordenar las cuentas públicas, con la pérdida de 20 mil empresas y 260 mil empleados y llevando el PBI al mismo lugar que había dejado la pandemia.
Ahora, con un poder político renovado y un Parlamento fortalecido, podrá acelerar y demostrar que su modelo minarquista es capaz de dejar atrás la recesión y transformar para siempre la estructura productiva de la Argentina.
Entonces sabremos si esa transformación será para mejorarle la vida a la mayoría de los argentinos.
O si sólo servirá para profundizar lo peor de estos dos años.