Libertad sin salida
Si yo digo “marzo de 2020”, ¿vos qué imaginás? Imaginás Pandemia, Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, el principio del fin. Fue un año bisiesto, es decir: catastrófico. Para mí siempre lo son y no entiendo cómo no te has sumado al pavor (sin duda, supersticioso) a esos años alargados. ¿Querés más pruebas? 2024 también fue bisiesto. No quisiera liberarte de la responsabilidad del proceso de disolución y guerra civil microscópica que estamos viviendo, porque el electorado tiene que hacerse cargo de sus decisiones. Pero convengamos en que esta vez los ñoquis del 29 vinieron con salsa envenenada.
El sino funesto del bisiesto no vino esta vez envuelto en ropajes imprevistos (catástrofes, epidemias, accidentes) sino de la mano de personajes conceptuales que, grosso modo, corresponde identificar con la derecha ultramontana que se consolidó de un bisiesto a otro.
“Libertad” es una hermosa palabra que durante 2024 fue sometida a una violencia inusitada. Lo mismo sucedió con una “humanidad” en nombre de la cual se desarrollaron vastos procesos de exterminio (desde la integración operativa del territorio americano al mercado global, de la mano de Colón, hasta los hornos crematorios del nazismo, sin olvidar la pandemia de VIH y las guerras religiosas, que todavía conmueven el Mediterráneo).
“Libertad”, sí, ¿pero a costa de qué? Kakfa ya nos había advertido que “Con la libertad uno se engaña demasiado entre los hombres, ya que si el sentimiento de libertad es uno de los más sublimes, así de sublimes son también los correspondientes engaños” (Informe para una academia).
No se trata de la libertad, sino de encontrar una salida. La siniestra sombra bisiesta de 2024 vino del no poder, precisamente, encontrar una salida del laberinto libertario. ¿Cómo hacerlo, si eso no depende solo de la capacidad de imaginar (que, por supuesto, es esencial) sino de las condiciones materiales de existencia?
Te doy un ejemplo: al comienzo de este bisiesto mi madre podía pagar de su jubilación su internación en un hogar de ancianos y le sobraba plata para comprar sus remedios. Durante el mes de diciembre, los honorarios del hogar (desregulados) ya superan no solo lo que marca el nomenclador para prestaciones por discapacidad, sino los ingresos de mi madre. La desregulación del mercado farmacéutico encareció notablemente el precio de los remedios que necesita (muchos de ellos ahora de venta libre). Por supuesto, vos sabés que yo me voy a hacer cargo de la diferencia. Pero yo también estoy jubilado. He ahí un laberinto sin salida.
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